miércoles, 25 de abril de 2012

Alcachofas

Para comer alcachofas es fundamental estar en soledad, tranquilo y remangado. Se sienta uno y va despetalando mientras canta. Puede cantar jazz sin letra, por ejemplo, o sea, puede graznar y puede hacer el ridículo. Se dará uno cuenta que en la medida en que vaya entrando más en la labor y vaya profundizando, llegando al centro, las hojitas serán más jugosas y tendrán más sustancia, como con todo en la vida. También se dará cuenta que el despedazamiento alcachofar habrá engendrado un chiquero cada vez mayor que hay que limpiar, como todo en la vida. Ya acercándose al corazón, es posible que se sienta el latido de la alcachofa. No hay que asustarse por ello, al contrario, se sugiere contestar con el propio latido emocionado y satisfecho y quizá, poner un poquito de sal. Es importante resistir la tentación de mordisquear el centro cuando aún alberga hojas, de lo contrario no se gozará el gran placer de descubrir lo que tan celosamente guarda esta hortaliza entre su fortaleza acorazada. Se trata de una cunita blanda y dulce, peluda, en la que hay un hoyo hecho a la medida del dedo humano. Como es obvio, un gran gozo proviene de introducir el dedo palpando la textura felposa y dejándolo encajar en el lugar que la naturaleza ha dispuesto para él. Se recomienda para este momento cerrar los ojos y dejar de cantar. Sólo entonces podrá uno, de un atracón, comerse el corazón de la alcachofa. Al terminar, se habrá de lavar las manos y soltar una carcajada de felicidad.

domingo, 22 de abril de 2012

Pienso

Pienso lo que escribo y también todo lo contrario. Nací un Lunes de luna llena y soy hija del misterio. Muestro un lado pleno que esconde otro de la misma superficie que está vacío y es oscuro, o al revés. Soy contradictoria así. Amo apasionada y con la misma pasión desprecio. Vivo entre la curiosidad y el aburrimiento. Soy dama y soy caballero, ser humano y mitológico, carne y espíritu. Estoy a favor y en contra. Jamás he sabido discernir entre mi luz y mi sombra ni entre lo que soy y lo que no, ¿por qué otro lo sabría mejor entonces?.No quiero que se me identifique con mis pensamientos porque no soy ellos. Lo que pienso es como el lodo en mis pies descalzos tras la lluvia: viene conmigo pero no es parte de mí.

jueves, 12 de abril de 2012

Compañía

La luna inmensa viaja conmigo, a la izquierda del camino. Por ratos se esconde y yo la busco detrás de las montañas desde donde se asoma sonrojada, mostrándome su luz casi solar que se cuela entre los árboles al filo de la cordillera. Sobre los tonos rojizos bailan las sombras y luego aparece de nuevo, luna completa de Abril. Hoy está tímida la luna. Nos miramos y ella coqueta se pierde entre los opacos objetos remotos. La luna me mira y yo la miro a ella, ambas francas y desprendidas. Ninguna de las dos está sola.

lunes, 9 de abril de 2012

La óreo soberbia

Siempre he escrito. Desde que aprendí el abecedario comencé a componer poemas y cuentos cortos que recopilaba en folios mal encuadernados llenos de mi caligrafía cursiva y mis dibujos rayoneados. Tenía mis libros ilustrados, para que se me entienda. Hacia los once años más o menos tenía una cantidad considerable de material escrito y comencé a desarrollar lo que he llamado 'La óreo soberbia', un movimiento constante de vida que oscila entre las galletas insípidas y la crema exquisita del medio. Así, una óreo soberbia consiste en sentirse soso, poco talentoso y desconsolado con el vacío existencial de ser un individuo ordinario, para luego tener breves momentos de un delirio de grandeza digno de Napoleón seguidos de, de nuevo, ratos de miseria total. En los momentos 'crema'yo solía imaginarme firmando libros para otros niños condescendientemente en la feria del libro de mi ciudad. Esa era mi idea de éxito literario y mayor aspiración como escritora: vivir esa mezcla entre ternura y desprecio que da la suficiencia. Por esa época me había dado por escribir dizque mitos, probablemente porque en el colegio andábamos con el tema, así que me la pasaba inventando cosas como el origen de el arcoíris -si mal no recuerdo, proveniente de las flores estampadas en un mantel que al ser sacudido se iban a adornar el cielo con sus colores-. Creía que mi libro de mitos sería famoso, y no veía razón alguna por la cual estudiar los mitos de las culturas antiguas sería un trabajo más respetable o necesario que el de leer mis historias. Sería una niña escribiendo libros para niños, una cuasi adulta que desde su madurez veía el desarrollo incipiente de mis congéneres. Por supuesto, los momentos 'crema' terminaban en un parpadeo, cuando me percataba que seguía alli, enrollada debajo de mi escritorio, escribiendo lejos de los aplausos.
Me parece que aun mi vida transcurre por ratos en óreos soberbias, con la diferencia de que ahora en mis momentos 'crema' el delirio va de que soy una niña jugando en la arenera o jugando entre las flores. La galleta comienza cuando veo que estoy en el el ordenador escribiendo, que estoy ya grande y que el tiempo pasa con sus segundos sin retorno. Cuando chica quería ser adulta escritora, ahora quiero de nuevo ser chica, no parece que haya conexión entre la galleta y la crema, no hay manera de ganarle a la óreo soberbia. La buena cosa es que ya he dejado de comerme las óreo separando la crema de las galletas,poniendo atención exclusiva a las unas o a la otra. Un vaso de leche me ha remediado la cosa. Soy la crema y las galletas sumergidas en el líquido blanco que es el tiempo, que todo lo banaliza. Soy la niña y soy la escritora loca y soy en cuclillas sintiendo la arena en mis pies a la vez que soy golpeando estas teclas con mis dedos, soy la vida surreal y también la concreta y sobre todo, al mismo tiempo, no soy ninguna de las anteriores.