jueves, 20 de diciembre de 2012

Niña

Que mi llanto comience y termine en tu pecho; que sólo en tu abrazo nazca y muera esta cosa que me resquebraja desde dentro: No hay nada en el mundo que me haga sentir más niña.

Boca

Bajo la luz de las velas, arriba, tu boca se ve ligeramente blanquecina, como una sábana blanca y suave, mullida. Entonces quisiera ser diminuta para acurrucarme y envolverme en ella, descansar en tu labio inferior que es superior a mis fuerzas. Y dejarme dormir sin tiempo arrullada por cualquier verso, por el simple movimiento de tu boca-cama, tu boca-sábana, tu boca acojedora, invitadora, atemporalmente mullida.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La Keiko-mariposa

Es, sobre todas las cosas, una mujer normal. La mayor parte del año tiene una vida como la de cualquier otro en la comunidad keikóride: cuida los niños, duerme y despierta, se baña en el río. Sin embargo le ocurre que una vez al año siente la llamada de la mariposa y tiene que perderse entre el bosque para encontrarla. Nunca nadie ha podido seguirla, tampoco nadie sabe cuándo ocurrirá la visita, pero al volver todos están a la expectativa. Nadie más que ella ha visto la mariposa, pero se rumora que es gigante y lila-transparente, que no hay otras de su especie, que no nació ni morirá, que ha existido siempre. Cuando la keiko-mariposa vuelve de sus encuentros, trae consignado un saber nuevo para los keikos, habla de las plantas como si viviera en ellas, como si las libara y las conociera de ser amigas solamente. Trae medicinas, guía y belleza. Todo el mundo sabe que si la keiko mariposa no se perdiera, la comunidad no se encontraría.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Sedación

Esta droga me adormila, me relaja. Me hace difícil pensar o caminar en línea recta, es decir, hacer un trayecto directo de un lugar a otro. Me desmonta de la ilusión de llegar a cualquier sitio; me enseña que no hay fin ni principio.

Yo

Yo, mi alma, mi cuerpo, mi muerte. ¿Qué serán todas esas cosas? No sé, no sé. Nada, nada sé; y quien dice 'sé', esa primera persona, no sé tampoco quién es, qué toca, qué refiere. No lo sé.

Meds

El cuerpo y su exacta química; sus fórmulas matemáticas insondables que modificamos con pastillas, polvitos, inyecciones. Un miligramo de tal y mi corazón se echa a correr como caballo desbocado. Cualquier otro medicamento servirá de arre. ¿A dónde querrá ir mi corazón? Oh, caballito, oh, que tu lugar es en mi pecho, que te quiero aquí cerquita, sin doma pero con dueño.

Pulmones

Que los bosques son los pulmones de Gaia, y las selvas y los valles...Mis pulmones también son bosques y selvas, áreas verdes y sembradas que respiran, germinan y se abren al aire. Incluso cerrados, incluso dolidos, están llenos de vida. Gruñen porque hay tigres, silban porque los pueblan aves exóticas y parlanchinas. Para eso le da a uno bronquitis, creo, para escuchar tanta vida encerrada de manera certera, indubitable: Estás viva, ruge, estás viva, silba, estás viva, estás viva, estás viva.

Miedo

Cada elucubración, esfuerzo de entender o teoría, es una faceta del miedo, una huida, un intento de juzgar al perro por verle el hocico. Sálvame tú, bendita ignorancia, de tanto intento fallido y ridículo. Protégeme y acúname en este instante, el único en que estoy viva, en el que existo, en el que soy.

Horarios de visita

Se intercalan los horarios de visita. Vienen a verme los que quiero y que me quieren, y al irse vengo a verme yo. La soledad o la propia compañía, la salida de eso que en la presencia de otros sólo crepita y que sabe a verdad y a distracción, a dios y a diablo, a infinito, a penumbra y claridad, a necesidad, a hastío, a serenidad. La soledad o la propia compañía. Las horas vacías de hospital.

Jardinero

Tanto cuidado me hace florecer. Soy una flor feliz bajo tus manos de jardinero, manos finas y delicadas. Siento como si mi ser flor fuera sólo para dejarte mover mis raíces y regar mis puntas, mi pétalo y mi hoja a hoja. Soy una flor feliz.

Dejarse caer

Y me dejé caer y me dispuse a morir. Cuánto amor tuve que tener para desarmarme y cuánto recibí aun en mi caída. Ahí estaban todas, 50 manos que no cayeron conmigo ni me sostuvieron, pero que impidieron que me rompiera. La compasión es eso: dejar caer sin dejar romper.

Pecho

En mi pecho hay dos pulmones y un corazón. Los unos están cerrados guardando una herida vieja, el otro está abierto de para en par como un embudo que recibe y canaliza incondicionalmente cada gota de amor que hay para él. Los médicos saben eso, por eso las medicinas para abrir los pulmones aceleran el corazón. Así éste tiene tiempo de contarle a aquellos lo que él sabe bien: Que en este pecho, aunque sea pequeño, cabe el dolor pero también toda la alegría del mundo, y que se puede ir por la vida respirando seguro, oliendo las flores, las personas y el amor que hay en todo. En absolutamente todo.

Oxígeno

Pero qué maravilloso, qué fantástico es el oxígeno. Cada partícula diminuta dice vida, vida, vida. Más lo sabe quien se ahoga: la respiración es una ironía.

Héroe

Quebrada la armadura y quebrado el cuerpo de llevarla, cayó el guerrero y nació el héroe.

lunes, 19 de noviembre de 2012

domingo, 18 de noviembre de 2012

Choque

En la tina llena de agua, impidió con éxito que él interceptara la programada caída del radio eléctrico, tomándole de la mano.

Carnicero

Carnicero diestro, fue conocido entre sus ex-mujeres porque sabía cortar muy bien.

Estricta

"Soy muy organizada, verás. Me gusta cada cosa en su justo lugar", le dijo, y puso su corazón junto al de ella mientras dormía sintiendo el enfriamiento lento del cuerpo inerte a su lado izquierdo.

Ala

Creía ser el único capaz de volar con un ala rota, se vanagloriaba en su destino trágico y heroico, hasta que se encontró con otros cocodrilos.

sábado, 17 de noviembre de 2012

O.K.

Es complaciente ver como casi nada es como uno se imaginaba pero igualmente está bien, es O.K.. Uno no muere porque no se cumplan sus refinadas expectativas, uno se adapta; la felicidad responde a las circunstancias. Uno salva el día y puede colgar el letrerito de O.K.. Nadie se ha muerto: O.K.

Vacío

Ahora que estamos solos puedes venir a mí, vacío, y darme ese placer entre masoquista y zen de mirarte y sentirte entre mi carne y mi piel. Ven a mí, vacío, y lléname de ti, vacíame de lo que creí, hazme parte de ti. Poséeme hasta que ya no me oiga, hasta que no pese, vacío. Y no me dejes volver a ser eso, no me dejes convencerme de nuevo que he sido, que he sido algo, que he sido más que vacío.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Corren

Los tiempos que corren, ¿en qué dirección, hacia dónde se dirigen? y ¿por qué demonios corren? ¿de qué huyen o qué persiguen?

Reciclaje

Hay una cierta edad a partir de la cual sólo se pueden vivir amores reciclados, a veces muy usados, a veces menos, pero sólo aparentemente nuevos. Corazones y cuerpos como vestidos de segunda mano, lavados pero gastados, viejos. Somos colecciones de lo que fue, arrastramos hileras de previos dulzores o heridas aun abiertas; formas de hacer, de hablar, de ser. La ecología de la vida le va quitando al amor la frescura ingenua de las primeras veces concretas, pero otorga la ilusión del estreno. A veces incluso esta ilusión es reutilizada, pero para efectos prácticos una ilusión es una ilusión tanto como un vestido es un vestido, sin importar el uso. Son las cosas del reciclaje.

Nada que dar

Estoy llena, llenita de cosas para dar. Nadie las quiere. ¿Nadie las quiere? Lo que no doy se descompone lentamente, supura en mis manos. Pronto estará rancio y hederá. Todo esto que tengo para dar, todas estas cosas brillantes y bonitas ¿alguien las quiere? ¿Alguien?

jueves, 15 de noviembre de 2012

Ruido de sexo

A puerta cerrada para que no nos oigan, para que no nos vean. Ahogando los gritos, los gemidos inconfundibles, la respiración agitada y encadenada del deseo. Escondiéndonos, despojos de la vergüenza y el miedo, para que no nos oigan, para que no nos vean los pelos desarreglados, las faldas subidas, los ojos ligeramente inflados de placer. Que no se oiga. Nuestro silencio es la consideración que tenemos con la herida de nuestros vecinos de llama tardía y lecho vacío.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Más en menos

El tiempo entre nosotros va convirtiendo los más en menos. Cada vez nos vemos menos y compartimos un cachito de vida menos y son menos las cosas de las que está permitido hablar. Aunque todo el amor esté y aunque toda la historia nos haya hecho para siempre puntos del encuentro, cada vez las intersecciones son menos. He entendido que el amor se mantiene, que se mantendrá, pues esta es la única cosa en la que no hay menos ni más. Lo que compartimos, ahí está, pero en adelante iremos de más en menos, cada vez menos y menos, sin más.

Halloween

A mi siempre me gustó lo de los disfraces, cantaba desgañitada bajo los ventanales de mis vecinos para que me dieran dulces y en ocasiones lograba llenar fundas de almohada con caramelos de todo tipo. Como la niña enfermiza que era, mi madre siempre me ponía dos o tres camisetas y un jersey debajo del disfraz. Encima no porque "entonces nadie va a saber que estoy disfrazada de elefanta, mamá". Así que yo salía a las calles como un repollo relleno, lista para encontrarme con otros cientos de niños, contenta como nadie en la mejor noche del año.
Recuerdo un 31 de Octubre lluvioso en que con mi disfraz de bailarina o muñeca esperaba junto a la puerta que mi mamá dijera que sí saldríamos. Mi tos y la lluvia: mala combinación. Me parecía tan decepcionante no salir, tan imposible no celebrar con mi traje tan bonito y mi aspecto rechoncho, que mis papás se inventaron un juego dentro de la casa en donde mi hermana, mi primo y yo cantábamos el "triqui triqui" frente a las puertas cerradas de las habitaciones Ellos entonces las abrían como si fuesen completos extraños y nos daban dulces. Jugamos un buen rato pensando que ya no íbamos a pisar la calle cuando, ya bien tarde, escampó. El sirilí que le dí a mis padres hizo que al fin saliéramos, a pesar de la hora, el frío y los peligros callejeros.
A diferencia de ese año recuperado entre las memorias antiguas, este año fue el primero de 30 en que no me disfracé. Ni un maquillaje, ni unas orejitas tontas. Nada. 0 disfraz. Pensando en lo absurdo que me parecía en mi niñez no salir a pedir dulces, y lo que he gozado toda mi vida planeando, haciendo y pensando disfraces, desconozco mi noche de ayer: sola, mal vestida, aburrida. ¡Disfrazada de adulta! Con seguridad el peor disfraz que he usado en mi vida.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Morir

La gente se muere, la gente que uno quiere y que lo quiso. La dificultad para amar el hecho radica paradójicamente, en que con la muerte se acaba el 'quiso', pero no se acaba el 'quiere'. Entonces duele; duele el hueco de lo que se siente lleno pero se sabe vacío. Aceptar el absurdo de la coexistencia de las dos cosas -lleno y vacío- sea quizás lo que realmente permite abrazar la muerte.

lunes, 29 de octubre de 2012

Hojami

Como el Hanami de los japoneses en la primavera, así será el festival otoñal que me propongo inaugurar, pero al revés. Ya que no hay flores de cerezo para ver, reemplazaremos "hana" por "hoja" y le llamaremos Hojami. El Hojami en adelante será conocido como la tradición Victoriana -mía, de Victoria, se entiende- de ver las hojas secas, amarillas y rojas que caen despacito, surfeando sobre el agresivo viento. El mes de octubre completo se dedicará al gran festejo. Es una celebración muy completa: no sólo la contemplación profunda y deleitada hacen parte del ritual, también se incluye la búsqueda intensa de las acumulaciones de hojas en los bordes de la calle para pisarlas sintiendo bajo los pies el crunch-crunch-crunch. La gente sonreirá y jugueteará entre sus abrigos, los niños se revolcarán entre las hojarasca, los abuelos mirarán satisfechos el follaje desprenderse de las ramas y soltarse al vuelo. Un festival mitad zen y mitad guarrillo, a la imagen y semejanza de su creadora.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Pereza

El tiempo se pasa y yo no llego a ningún sitio. No concluyo, acumulo. Me lleno de minutos y cosas por hacer. Me duermo, me arrojo a la inconsciencia. Santa pereza no me sacará de aquí, pero es la única que escucha mis plegarias.

martes, 23 de octubre de 2012

Maya

Desde entonces, no dejo de volver a ese lugar. Aun me pregunto si no morí o si no enloquecí, si esto que creo que es mi vida no es una alucinación de coherencia media que se originó allí. Cuando me siento enloquecer, cuando se me mueve ese punto y desvarío, siento que miles de yoes se desprenden de mí para encarnar existencias en otros planos, en otros ámbitos; que he muerto mil veces, que reencarno sin transición corporal, que cambio de piel serpentinamente. Siento que mi sensación de continuidad obedece a la ilusión de no muerte, a una falsedad. El sueño dentro del sueño dentro del sueño dentro del sueño dentro del sueño. Eterno retorno: la Maya fractálica que, en medio de mi ignorancia, no me atrevo a llamar vida.

Miedo

Qué parecido se me hace el odio al miedo. Odiar la vida es tenerle miedo; tenerle miedo es odiar la vida. Quizá por eso hay quienes dicen que el amor es la ausencia de miedo. Pienso que es él la madre de todos los vicios, el centro de toda locura. Veo los fuertes que he construido alrededor el pavor a las cosas más ínfimas, más obvias, más naturales. A la existencia misma. Miedo. Miedo y más miedo. Grandes, inmensas pelotas de miedo apelmazadas en mi interior. Y entonces: la valentía, el coraje, el valor. Qué cercanos al amor, cómo forjan el camino hacia uno mismo, hacia su propio corazón.

lunes, 22 de octubre de 2012

No saber

Esa sensación tan frecuente en los sueños de no saber qué paso antes o qué vendrá después, atraviesa mi vida diurna. Este escrito que estoy haciendo, lo que sea que haga después de él, no lo sé, y tampoco una vez escrito sabré ya de su existencia. El vaivén del minuto, el péndulo del reloj, no se dejan seguir con mis ojos, ya no sé en qué mundo estoy. Si estoy dormida o estoy despierta, si la vida es sueño o qué más dá, si es un sueño lúcido el que camino pero no tan lúcido como para encontrar qué es aquello de lo que vengo, ni tampoco lo que será.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Animales

Ayer soñé que estaba en un campo y tocaba la tierra labrada, blanda, y que casi me revolcaba en ella y me extendía panza arriba para mirar el cielo claro. Y de repente veía cruzando sobre mí una bandada eterna de cuervos de diferentes tamaños, un manchón azabache que se movía frenético y ágil alejándose como una flecha en el horizonte. Entonces le seguía una horda de animales coloreados: caballos, antílopes, elefantes, rinocerontes, lagartos. Mamíferos de todo tipo, reptiles, pájaros. Todos de colores, como si hubiesen sido pintados a mano: Sus lomos llenos de paisajes extravagantes en estampida conjunta sobre la sabana celeste. Y tras ellos en una burbuja aparte, tres peces beta gigantes: uno tinto-azulado y dos blancos. Y yo tirada en la tierra encontraba el espectáculo raro, y me atoraba de belleza y le iba contando a la gente que en el cielo corrían animales coloridos e increíbles. Pero las personas apenas asentían como si fuera normal, algo de todos los días, ordinario, obvio sin más.
Al despertar me han retumbado todas las veces que voy maravillada y entusiasmada a contarle a alguien el éxtasis de la existencia de alguna pelusa amarilla y la gente va pasando y mirando sin ver lo exultante y exóticas que son las cosas si no nos acostumbramos a ellas. Siento aún en los ojos el tintineo de los animales arcoíris, y en el corazón una tenue nostalgia por quienes no pueden verlos, por los ciegos; todos, todos los ciegos, incluyéndome a mí misma.

martes, 16 de octubre de 2012

El orden de los factores

Pasa de cuando en cuando que uno se sienta en algún punto donde cree que puede percibir la forma exacta de la vida. Apenas con el rabillo del ojo, o como un viento leve que apenas trastabilla, pero la sensación es nítida; sutil pero innegable: está hablando la vida. Y entonces uno camina confiado y enrarecido, sabiendo y al mismo tiempo preguntándose qué carajo es eso, esa cosa de ver de manifiesto por un momento el camino con sus intersecciones, sus dimensiones y sus desvíos. Uno transita por parajes desconocidos creyendo que no está perdido, en comunión con algo extraño, o quizás sólo con uno mismo. Las contrariedades lo distraen, pero no le quitan el brillo ni ese semblante sonriente y acojonado de ser valiente y sombrío. A lo mejor si eso pasa es que uno está aprendiendo a vivir; o a lo mejor es que está emparanoiado vaya dios a saber con qué artilugios místicos o míticos. Quizá el tiempo de andar le confirme a uno qué es el qué, y se esclarezca si uno es un sabio loco o un loco sabio. Que pase el tiempo y defina, y diga si para esto el orden de los factores altera o no el producto.

Lejos

A veces cuando estás lejos, dejas de estarlo y yo voy a visitarte a ese rincón de mí que habitas. Te hago café y te cuento mi día, te hablo cansada de las cotidianidades y las tonterías. Y el tú dentro mío a veces responde y a veces olvida, se distorsiona, se retuerce, se contamina. Y entonces discutimos y me pongo fría y blanca y púrpura y vacía; vacía de tí que de nuevo estás lejos, hasta que dejas de estarlo y...

domingo, 14 de octubre de 2012

Sequía

Mi río interno parece secarse a veces, no se oye, no lo oigo. Escribo poco. Quizá el cambio de estación, pienso, también a mí me aridece. El otoño de rojo follaje cae también dentro mío. Las hojas secas confunden entre su áspero chasquido el murmullo de mi río. Mi ruido interno ha cambiado su silbido por un otoñal tañido.

Diálogo

- El secreto está en poner la conciencia en el aquí y el ahora.
- No, el secreto está en elevar la conciencia más allá de cualquier aquí y ahora, donde no hay tiempo ni espacio.
- No, así no es. El secreto está en ambas simultáneamente.
- ¡No!. No hay secreto alguno.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Closet

Acomodó sus cosas y de un vistazo vi mi closet lleno. Un momento para reparar en que había estado vacío, para mirar estos años que han pasado sobre mi piel aislada y sonreír victoriosa el agradecimiento y el regocijo.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Castillo

Amazona mía, qué cansada estás tras librar todas esas guerras de hielo blanco y de roja sal. Si yo pudiera, te daría un castillo para descansar, pues es sólo eso lo que necesitas ahora para conquistar el terreno de tu alma que a sangre y fuego jamás se rendirá: el de tu propia mano, tu propia sangre y tu verdad.

Fuerza

Estando tan lejos siento la compañía suave de todos ellos. Que venga el mundo y me devore, pues, pero yo ya no lucho más, no como antes. Estoy aquí sola y he tirado las armas; me dejo acompañar por los fantasmas cálidos y alucinados de aquellos que son míos pero están en otros lados. Tengo la piel erizada y las vestiduras rasgadas de andar y andar por esta zanja, el viento se me cuela por la poca tela agujereada, estoy de cabeza a pies enlodada; es de noche y mi carne está expuesta, huelo a presa asustada. Soy vulnerable y únicamente en eso consiste mi gran fuerza, he cambiado mi daga por la ilusión de una presencia. A mi derecha como luces, está mi compañía, que son pocos pero cientos, en eso está su valía. Que abra sus fauces el mundo, que no me tragará viva; estoy en pié y no estoy vencida, así desprotegida soy más guerrera y más altiva.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Palabras

Palabras que me fascinan: Sutil, Lluvia, Azul, Tokamak, Lívido, Espiral, Fetidez, Delicadeza, Belleza, Delicatessen, Caos, Violeta, Cúspide, Océano, Ballena, Girasol, Silencio, Barahúnda, Pinche, Centro, Corazón, Hedor, Hilo, Hado, Óxido, Carcomer, Flota, Imaginar, Marrano, Vil, Estiercol, Mío, Nuestro, Sí, Greda, Acuoso, Ciervo, Helecho, Alcohol, Zumbar, Tronar, Soledad, Krill, Reflejo, Inmerso, Profundo, Hálito, Ileso. Y Otros Cientos De Miles.

Nicho

Se sentaban a medio metro de distancia y sólo dejaban escurrir una y otra vez las suaves miradas por las carnes ya flojas y tiernas, entrando en un examen mutuo relajado y ligero. Miradas como perfume de magnolias, miradas tenues y exhacerbadas, blancas y abiertas. Se miraban ya desde años, pero cada vez era siempre nueva y traía la sorpresa apabullante de la presencia absoluta del otro frente a sí. Sin techo, el nicho sagrado dejaba entrar la luna y la lluvia, ambas a jugar con sus propios brillos y sus propias sombras sobre las pieles, danzarinas fascinantes que reencontraban historias viejas: La de la primera vez que los otros Keikórides los bendijeron para entrar juntos al nicho; la de cuando después de hacer el amor únicamente con presencia y ojos, se tocaron las yemas de los dedos; la del día aquel que dios les regaló con un eclipse ámbar bajo el cual brillaron con una luz noble y ócremente etérea. Mirándose cara a cara rodeados por la lluviática, lunática danza, los tiempos se superponían y se reconocían en todos los que habían sido. Tan conocidos y tan vez primera. Tan keikórides y tan sabana, tan todo junto en un instante, tan árbol, tan nicho y tan selva.

Oda pseudo-fanática cuneiforme

Este amor, loco amor que le tengo a la escritura, me hace partícipe de las más curiosas cruzadas ideológico-político-religiosas como abanderada del slogan "escribir te salva". ¿De qué te salva? replicará poseído por las ingenuas o doctas dudas el neófito o el nihilista. Y yo le contestaré que como mínimo es el antídoto y la vacuna para dos grandes males, entre muchos y menores miles: el olvido de sí y la ignorancia de sí. Y luego danzaré y cantaré alabanzas a los sumerios y los antiguos egipcios que nos heredaron sus elementales figuritas para que las convirtiéramos en alfabeto y en rúbrica. ¡Qué vivan las letras! Hip-hip urra y amén, compañeros apasionados de los rastros taquigráficos de nuestra conciencia.

martes, 18 de septiembre de 2012

Cosas bonitas (negativo)

La exuberancia de las cosas bonitas, su maravillosa fuerza, su armonía, hace más bella mi existencia, adorna esta herida de ser sólo en parte como ellas. A veces incluso creo que al final no estoy tan lejos, que soy como la nieve en el aire, simétrica, ligera, valerosa e incorruptible.

Silencios Solitarios

Se levantó sin reloj, dándose tiempo para revolcarse y mantenerse al filo de la ensoñación. Los suaves movimientos de cabeza apenas perceptibles la dejaban escuchar el roce de su pelo enmadejado contra la almohada. Comenzó a incorporarse lentamente entre chillidos de resortes y batir de sábanas. Ya en pié, se arrastró sobre la madera en sonidos secos hasta la cocina. Fuera había pericos que hablaban cosas que ella no entendía, había coches rugiendo el esfuerzo para remontar la calle. Aun medio dormida canturreó desacompasada el pedazo de esa canción con la que despertó: “quiero morirme de manera singular, quiero un adiós de carnaval…”, remplazando los pedacitos que no recordaba por “tarará”. Bailó perezosa al son que repetía mentalmente mientras arreglaba un poco la alcoba, escuchando sólo la tonada interior. Antes de terminar de hacer la cama puso a calentar agua para un té. El “tick, tick, tick” de la estufa, el “huuu” del gas, el ruido asustado de la flama ardiendo. Quizá ya era momento de cambiar esas cajas para té que conservaba desde que vivía con Gabo, pensaba mientras las devolvía a su sitio entre golpes metálicos y sonidos de visagras oxidadas. Con taza en mano, se sentó en el suelo junto a la ventana y comenzó a escuchar su sorbo a sorbo, mientras se dejaba abrigar por el rayito de sol que ese día la visitó.

Silencios Obsesivos

Está la radio a bajo volumen en la esquina de la habitación. La mecedora de madera al oscilar cruje sobre la baldosa marrón, ocasionalmente sopla el viento en la ventana arrastrando la cortina. Rosalía sostiene el tambor de costura: borda una golondrina que salió la semana pasada en el magazín dominical. Cuando el hilo se termina se detiene el balanceo y ella enhebra de nuevo humedeciendo la punta con los labios finos o enroscándola con los dedos. Reinicia el movimiento de costura automático. Entre los comerciales radiales se puede oír el hilo atravesar rozando el lienzo templado, o la aguja penetrar la superficie para pasar al otro lado. El rededor del pico del pájaro es de color ocre. Doña Rosalía frunce el ceño. ¿Dónde estaba el hilo ocre? ¡Si lo compró ayer con Mariela, cada una agarró un carrete! La mano en el costurero revuelca todo y suena una algarabía metálica. ¡Encontrado! Delicadeza, precisión y concentración. Que no pase como la otra vez que tuvo que deshacer. Se acomoda las gafas, la mano pecosa sujeta firme el tambor muy cerca. Achica los ojos; arquea el cuerpo. Arriba y abajo se va moviendo el hilo sin enredarse en los segundos eternos que quedan sujetados a la tela. El pico quedó impecable. De repente de nuevo escucha el zumbido de la radio, el mover del viento, la propia respiración.

Silencios Nocturnos

Era lunes y el crepúsculo profundo abrazaba la luna nueva que se adentraba entre los callejones, de día tan transitados y amigables, tiñéndolos de un tenebroso azul renegrido. La luz del alumbrado público se había tragado todas las estrellas. Los gatos se deslizaban sobre los tejados sigilosos, escurriéndose como sombras lánguidas, huidizos. Todo lo demás reposa: los edificios, los parques, las calzadas, los letreros de neón. Todo descansa y se expande y contrae al ritmo de la respiración aletargada. Esta es una ciudad grande, pero no hay ronquidos, sólo el sonido apacible del ronroneo adormecido intercalado con el mutismo de la noche. Y pronto su mente despega y la ciudad sueña. Sueña que es una mujer que en otra ciudad está en su cama y está dormida y sueña que es una ciudad que se llama Amanda. Es un nombre hermoso para una ciudad, pero nadie lo sabe y nadie lo pronuncia, porque mientras eso acontece, absolutamente todas las ciudades duermen.

Silencios Meditativos

Inhalo, exhalo; inhalo, exhalo; inhalo, exhalo. Ya me comenzó a dar hambre… buen, cuando llegue a casa caliento la crema de zanahoria. Hostia, me he ido. No hay que reprocharse, sólo hay que observar los pensamientos como si fueran nubes y dejarlos que pasen sin juzgar; como contar ovejas por la noche, mejor dicho, ovejas blancas y negras ¿Será que todo el mundo se imagina las ovejas blancas y negras? ¿o sólo se las imaginarán de un color? De las blancas que son color mugre, más factiblemente. Las ovejas huelen como raro. ¿Cuando las esquilan olerán diferente? Supongo que sí, eso deben guardar un montón de olores entre la lana. Aish, otra vez me fui, dizque pensando sobre las ovejas ¿será que soy la única que está pensando en ovejas?. Tal vez me sirva lo de contar, que hoy estoy muy dispersa. Uno, inhalo, exhalo. Dos, inhalo, exhalo ¿cómo es que decía Osho? ¿Un número por cada par, o uno para cada inhalación y otro para la exhalación? Bueno no importa, creo que era cada par. A ver de nuevo: Uno, inhalo, exhalo. Dos, inhalo, exhalo. Tres, inhalo, exhalo. Cuatro, llena, vacía. Cinco, Naríz, nariz. Seis, nariz. Siete, (…). Ocho (…). 9 [……]. [……..].[……..].[……..].[……..]. Mmmmhhh. Ahhh. Nariz. Abdomen. Aire. Sonrisa. Risa. (…). […]. Aire. Bendito silencio. [……].Plenitud.

Silencios Helados

El estadio estaba a reventar para el clásico. “Esta final es nuestra”, iban diciendo los hinchas rojos; pensaban lo mismo los azules. Con el pitazo de inicio comenzó el furor, los gritos, los toques de vuvuzela. Todo el mundo estaba de pié, volaban los manotazos y se agitaban las banderas. Al terminar el primer tiempo nadie había anotado. La tensión se acumulaba. Ambos equipos estaban dándolo todo y se estaban poniendo la cosa muy difícil los unos a los otros; el desconcierto y las reclamaciones exaltadas abundaban en las tribunas. Los rojos aullaban cánticos demenciales como conjuros para animar a su equipo, los azules gritaban enardecidos sus barras y saltaban al compás haciendo temblar las gradas. Pasada la mitad del segundo tiempo aún los marcadores estaban 0-0 y el ambiente comenzaba a sentirse agrio con tintes de mala zaña. De repente, como por acción divina, el Negro Palomares dio un izquierdazo de esos que lo habían hecho famoso. La pelota se proyectó imparable y atravesó el arco con una fuerza de matar. Entonces la tribuna roja se alzó en una ovación desenfrenada, la gente lloraba, agradecía a dios y le prometía cosas, se arrodillaba, se abrazaba, hacía la ola. En medio del fragor, entre el ruido atronador, los fanáticos azules, estupefactos, apenas respiraban. Atónitos observaban su portería profanada. Un silencio sepulcral se coló entre las bancas congelándolo todo, apagando el ardor fanático, opacando todas las cornetas del éxito, en el fracaso.

Silencios Eternos

Le llamaban Camilo, pero él se llamaba a sí mismo sólo una idea abstracta a veces representada por gestos de mano, a veces por muecas y a veces por dudas. Habían intentado enseñarle a decir su nombre, pero aparentemente todo lo que salía eran sonidos guturales, graznidos aberrantes de los que él nada sabía y que nada le importaban. Por eso, por chillar como una máquina descompuesta, otros niños le llamaban otros nombres. Por ejemplo, le decían Amam, porque era el vocablo sin sentido aparente que repetía cuando Federico lo golpeaba cada día y le quitaba la merienda que le había mandado su madre. A su juicio, cuando él decía “Amam”, estaba profiriendo con toda claridad una amenaza con alevosía: “Le voy a decir a mi tío el carnicero para que te corte la garganta en dos”. Pero como nadie le entendía, nunca nadie le creyó ni tampoco jamás nadie se disculpó.
Para ser honestos, Camilo nunca se quejó de su situación, ni siquiera cuando veía gente bailando o riendo o contándose secretos o poniendo la rokola. Se quejó menos después del entierro de Federico. Después de todo, entre la sordera y la muerte, si había que ser esclavo de un silencio eterno, él prefería la primera.

Silencios Eróticos

Te acaricio la espalda con la lengua. Soy todo gusto, todo olfato, todo tacto. Muerdo tu nuca en pequeños trozos, te huelo. Huelo el almizcle que guardas entre los dedos, en los recovecos de la piel, te rastreo. No sé que busco pero encuentro. Me recuesto, recupero el aliento, pongo mi cabeza en tu abdomen y me retuerzo; la giro de lado a lado, me refriego. Me impregno en tu aroma y me voy moviendo, deslizándome, sintiendo la vibración conjunta de los cuerpos. Llevo mis omóplatos como alas contra tu pecho, mis nalgas sobre tu miembro tenso. Te tomo de las manos y las llevo al el aire y vuelo, y te dejo que me toques la piel fría, erizada como hielo. Vuelvo a girar, me resbalo por tu costado derecho, deslizo mis pies como serpientes entre los tuyos, frotándote con las pantorrillas los muslos. Dejo que mi pelo largo se derrame sobre tus ingles, caiga sobre tus caderas ondulantes y acompasadas; que sientas el roce y el vaivén de algas marinas, el canto de sirenas. A tiempo me siento y galopo al ritmo de una música que escucho dentro, y empujo con violencia y pataleo como si estuviera naciendo, como si ambos naciéramos, como si a través nuestro se diera a luz el universo. Entonces rompo el silencio. Grito, gimo y hago todo el estruendo que hace falta para que me oigan todas las diosas de todos los reinos y me concedan ser una más de ellas, de nuevo.

Silencios Caricia

Cuando llegué, estaba sentada en el sofá azul, estática como piedra, la espalda recta como una espiga. Miraba a la pared, perdida pero con expresión de espanto o de incertidumbre. Me acerqué y pregunté qué ocurría, me dijo que su madre había muerto; lo musitó apenas, audible y clara, pero con un eco vacío hacia adentro. Su madre era mi abuela, esa mujer lejana de la que yo poco sabía. No pude entender el dolor de su muerte hasta que lo comparé con la posibilidad justamente de que fuera ella, mi madre, quien partiera. No dije nada, ni la toqué; ni siquiera me moví. Todo estaba tan quieto…Las lágrimas se arrastraban ronceras, como si fueran resina, como si llorar fuera una labor ardua, un trabajo de fuerza física. Ella me miró detenida y sus ojos comenzaron a llenarse de algo que no sé que es, pues no he sabido ponerle nombre a ese fantasma cálido que nos ronda cuando el llanto de otro enjuaga nuestra propia pena. Arrullado por ese lenitivo mudo y húmedo, el cuerpo de mi madre se fue aflojando hasta que apoyó la espalda en el sofá, las manos sueltas cayeron a los lados del cuerpo. Cerró los ojos y sus comisuras insinuaron una sonrisa blanda y triste. Yo aún lloraba cuando se quedó dormida.

Silencios Ausentes

Todas se estaban riendo a carcajadas, una incluso lloraba. Manoteaban, apenas respiraban espasmódicamente. Yo en cambio, apenas sonreía y miraba el espectáculo sin realmente verlo, apuntando vacíamente los ojos en su dirección. De pronto ella, la que había estado hablando, se dirigió hacia mí y me preguntó por qué no me estaba riendo, ¿no le había puesto atención? ¡Claro que sí, paranoica! Contesté jocosa, reparando en que no tenía ni idea qué había suscitado las carcajadas. Yo no había escuchado nada, ni siquiera las risas mismas. Nada. El ruido de mis recuerdos dentro acalló el estruendo del gallinero que se había armado fuera sin que yo me enterase. Mientras mis amigas reían frente a mí, yo estaba en otro sitio, repasando una y otra vez el momento en que me dijiste que mi alma era pura, que la veías con nitidez y la amabas. ¡Quise tanto no estar donde estaba!, teletransportarme junto a ti. Si tan sólo supiera dónde estás… me lo pregunté y fue la incógnita lo que me devolvió a las bromas jamás registradas. Sólo oídos de murciélago me habrían hecho escuchar lo que pasa alrededor mío cuando estoy tan lejos de aquí.

Silencios de Labio Mordido

Me lo dijo así, como si me estuviera contando que ayer llovió, sentado mirando fijo la carne que recién le había servido yo. Yo que siempre he sido tan correcta, que jamás digo malas palabras me tuve que morder los labios para no decirle que era un hijo de la gran puta, ni decirle todas las palabras callejeras y soeces que él jamás había sabido que estaban en mi léxico. ¿Pero qué demonios me estaba contando? ¿Y yo qué? ¿Y Violeta? Ahora mismo sólo quería decirle con toda compostura, gritando a baja voz para no despertar a nadie, que era un hijo de su putísima madre y que nos estaba jodiendo la vida para irse a follar culitos calientes. Porque Daniel se había enamorado de otra. Qué nervio tenía de venir aquí a hablarme de crisis existenciales como si yo no lo conociera, como si yo hubiera nacido ayer. Había otra mujer en sus labios, otra mujer en su cuerpo, su cuerpo en la cama de otra mujer; había otra mujer que no estaba gastada ni le había dado hijos ni llevaba dieciséis años dedicada a él. Ni siquiera me merecía la pena preguntar si se había puesto a pensar en nosotras. Gilipollas. Yo, la buena mujer (la puta que me parió) me mordí los labios y cuando comencé a sentir el sabor a sangre en la boca, me levanté de la mesa y la escupí sobre su bistec.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Ojos

Verse. Cara a cara ver y dejarse ver. O esconderse, los ojos igualmente abiertos, impidiendo que la mirada penetre, que realmente llegue a conocer. Estar entre gente que uno no sabía que existía y mirarse directamente a los ojos, sonreírse, realmente querer poder descorrer el velo que oculta la presencia auténtica. Poder, por un segundo siquiera, contemplar al otro, advertir su misterio y sentir sutilmente que es un avatar, hecho de una materia inalienable e indivisible. Y en ese momento mostrarse de cuerpo entero, de ojos enteros, de brillo entero, de plena luz. No darse a la horrible pantomima que eclipsa y turba. Perder el miedo a ver, a verse, y dejarse ver. En el contacto con otros ojos, perder el miedo a ser.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Cosas bonitas

La exuberancia de las cosas bonitas, su maravillosa fuerza, su armonía, hace más fea mi tristeza, más honda esta herida de no ser como ellas, de estar tan lejos y ser como la nieve en el suelo, ser tan corruptible y tan asustadiza.

Peso

Esto que me pesa soy yo o es la vida. Espero que sea la vida, al menos de ahí hay salida.

La gente que ya ha vivido

Cómo envidio la gente que ya ha vivido. Mirar para atrás y ver lo que se ha sido, sin la angustia de pensar que uno tiene que hacerse a sí mismo porque uno ya está aliñado, cocido y comido. Ver delante la muerte y detrás el olvido, verse tan irrelevante que no da ni frío. Envidio a la gente que no tiene que hacerse un lugar, que ya está de salida, que nos mira desde ese umbral con su lástima y su seguridad. Quiero que el tiempo pase, quiero verme arrugar, quiero saber cómo es que esta historia va acabar; que termine pronto, hacer la venia, despedirme del teatro este, dejar las cortinas cerrar. Quiero haber vivido ya.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Re-pérdidas

Uno va perdiendo la misma cosa una y otra vez sin volverla a recuperar nunca, simplemente gastándola como una barra de jabón inatrapable que hace una espuma invisible. Pierde por ejemplo a un muerto por primera vez cuando muere, pero luego nuevamente lo pierde en el encuentro con cada cosa suya, cada signo, cada foto antigua. Lo pierde en los cumpleaños, las navidades y las misas de defunción. Y así lo va perdiendo tras los años de los años hasta que por obra y gracia del algún espíritu benefactor alguna vez lo pierde menos hasta que eventualmente ya por fin lo perdió. Y así es también con uno mismo, con todas las cosas que cree que poseyó. Uno pierde y re-pierde, uno se repierde. Todo lo que uno ha sido, las relaciones que ha tenido, se desvanecen dejando sus rastros amarillentos y olorosos a tiempo, a ese tiempo que lo asalta a uno tomándolo desapercibido. Entonces un rasguño le recuerda que ahí estaba lo no encontrado, en efecto perdido, ligeramente camuflado en el Oblivion, doliendo pero listo para nuevamente re-perderse.

Simple

Y dijo que quería ser simple, que estaba cansada de las intelecciones, de los libros y de la facultad de letras. Nadie le creyó, así que ella calló y en su silencio la fué abandonando el mundo, los compañeros de despacho, los amigos, los hijos. Todo lo que queda de ella está en este escrito que no puede más que leerse bajito, como un murmullo apenas cierto, con la simpleza del olvido que es a la vez condena y alivio.

martes, 11 de septiembre de 2012

Apego

Hay que aprender a apegarse para poder conocer el desapego. Pinche Buda con su sombrerito de nuez y sus vínculos de hierro, de ese hierro tibio que yo anhelo: la libertad del verdadero amor, del amor del bueno. Ya sé que no hay otra forma, que por apresarme detesto aquello a lo que me aferro, pero ¿Cómo suelto? ¿Cómo me dejo libre y también cedo? ¿Algún día la flor de loto me curará de esta adhesión, la incrustación, el desasosiego? He querido subir y levantar mis pies del suelo, pero quizá la forma esté en enterrarme, penetrar debajo del pavimento. Raíces y alas, como dice alguna cosa que ya no recuerdo. Esa tal vez sea la forma para encontrarle el chiste al apego dentro del desapego.

Sueños de grandeza

Me imagino iluminada, sabia, rica, famosa, experta en artes de distinta índole, bella entre las bellas. Visualizo que toco el violín, que canto como las sirenas, que hablo con labios de miel y cada palabra de mi boca es redonda y está plena. Que controlo el clima, que tengo telepatía, que le caigo bien a todo el mundo, que soy seductora, que no estoy perdida. Sueño que sé moverme en el mundo de día, que soy amantísima esposa y al mismo tiempo puta y virgen María. Que soy mujer fértil, madre del mundo, sus mares y sus peces. Que la vida me viene fácil, que me libero del yugo inconsciente y guío mis pasos por el mundo con la más exquisita sapiencia; con la compasión, la bondad, la valentía, la agudeza. Que se escriben loas en mi nombre, que mis libros se venden, que tengo fans, que soy alta, que no se me caen los dientes. Fantaseo que soy la mejor yogui, la mejor filósofa, la mejor escritora, la mejor acompañante, la mejor cocinera, la mejor durmiente y también la más despierta. Mi codicia no tiene límites, deseo sin haberme vaciado, estar llena. Así de cabrones son mis sueños de grandeza; es por eso que la realidad me pesa.

Paja

El nido otrora habitado, es ahora sólo paja cóncava donde se incuba un aire frío, retorcido sobre sí mismo, silbando una balada gastada para la que nadie más que él tiene oídos.

Carcasa

Sólo tristeza y ausencia de mí dentro mío. Hueco, oquedad, agujero. Todo lo que no comulga, lo desunido. Nada caza, soy sólo piezas sin sentido. ¿Dónde estará esa parte mía, esa llave maestra que me abría? ¿Dónde estaré yo mientras estoy aquí, carcasa de mí? Soy un huevo sin fecundar, una tuerca sin tornillo, soy todas las cosas rotas, chuecas, inservibles e insalvables de este mundo. Todas esas soy y soy menos que cada una. Soy la luna que mengua, la luz que sólo tragando oscuridad se llena. Soy la tristeza, el asco y el hastío. He huido y no me encuentro, pues aunque soy todo esto, no soy más que un estuche viejo y vacío.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Alien

Si viniera un alien y nos viera haciendo música, pensaría que la humanidad es una especie evolucionada, apasionada, hermosa y magnífica. Si no viera nada más que eso, si sólo viniera, por decir, a un concierto de jazz, se quedaría maravillado con lo que somos capaces de hacer, de crear, de sentir. Yo misma me reconcilio con ser parte del género humano cuando nos veo hacer música. Es entonces, y sólo entonces, que puedo sentir que tenemos alguna salvación y que el mundo también la tiene. He concluido que mientras haya música, habrá esperanza.

martes, 4 de septiembre de 2012

Saber cómo

Me encuentro una y otra vez con mi incapacidad para saber el cómo de las cosas más básicas, simplonas de esta vida. Cosas como ir a la playa. Siendo una actividad de recreo, uno creería que no involucra de manera ninguna una estrategia, pasos u herramientas. Pues mal. Equivocado. Ir a la playa, así como otros ires (al parque, a casa de amigos a cenar, a...) tienen un método, unos procedimientos que si no son cuidados con precisión alquímica, puede ocurrir que te chamusques bajo el sol inclemente, que te gastes pasta innecesariamente (cantidades nada despreciables) en bienes comunes como agua o cigarros, que pases días enteros intentando sacarte la arena de cuanto orificio corporal, ropa o artefacto hayas llevado contigo, y un larguísimo, interminable ectétera.
Pues mi aprender estos cómos cotidianos es igual a cero. Y no es una cuestión de experticia, es más, poner la experticia como criterio en este contexto parece casi ridículo: ¿Experta en ir a la playa? Pero sí, sí señores, así es, no importa cuántas veces vaya a la playa, si voy cada día del mugroso verano, siempre me escacho en una o varias de las impajaritables condiciones para la felicidad playera. El bloqueador solar, pareo o toalla dependiendo de si la arena es no sé cómo, el aceite de bronceado, libro para no aburrirse de escuchar el mar y los niños, una cosa que viene en una lata y sirve para echarse encima a modo de spray, refrescarse y tocar la gloria... Eso sin contar el millar de minucias añadidas como si tu piel es así o asá, las marcas de los productos de playa y si son ecológicos o no, o el lavado posterior de la ropa y las toallas, y puff, larga vida a la chica playera.
Y así con todo, todas las cosas cotidianas. Siempre hay algo que no tengo en cuenta, una cosa que se me olvidó: Traje flan sin cuchara, fruta sin cuchillo para cortar, un libro que ya estoy terminando para una espera de horas eternas, una falda corta cuando ya comienza a hacer frío invernal, los zapatos incómodos cuando hay que caminar. Mi retentiva, o mi atención dispersa, o mi caótica manera de hacer, me dejan siempre desprovista de algún adminículo o recurso de absoluta necesidad para poder departir cómodamente o simplemente estar. Por eso me alucina cuando veo personas que de manera natural tienen desarrollado eso que quizá sea un primo hermano del instinto de conservación. Ellos saben cómo. ¡Saben cómo! Para mí, estas personas son casi como si hicieran parte de una orden mística cuyos profetas y santos has esparcido una palabra que será vetada para mí de por vida. Pensar en el cuchillo para cortar una sandía cuando uno va de camping es para mí equiparable al razonamiento matemático más desarrollado. Estas personas son pequeños Einsteins del saber cómo. Y yo siempre me veré patosa a su lado con mi culo lleno de arena, mis inadecuados pareos y mi cubertería ausente.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Lectora

Soy mucho más lectora que escritora, y si escribo es sólo para leerme. El placer que me da escribir no puede ser comparado bajo ningún concepto con el que me da relamerme, adentrarme, deleitarme con las palabras de un texto exquisito. Soy como la condesa Bathory de los libros, succiono su belleza y la hago mía. Todos esos autores en mi librero han sido las presas de mi horrible conducta de estirge malvada o aburrida. ¡Pobres escritores! ¿Quién quiere yacer entre ellos? La única ventaja realmente consiste en que la belleza es un don que nunca mengua. La belleza sólo sabe reproducirse, es la eterna primavera, la novia siempre joven, rozagante, siempre viva. Quien la da, la tiene dos veces; quien la roba, no vacía. Es por esto que leer es un acto tan vil como inocuo, vampírico, vanidoso y deliciosamente hedonista -incluso cuando me leo a mí misma-.

Otra

Puede ser que la que te ame no sea yo. Puede ser que no sea yo, pero créeme, no es otra. Quizás quien te ama sea una ajena a las transitoriedades, una que me trasciende, que es más antigua, más grande, más perenne. Pero si así fuera no se explicaría que esa extensión de piel, tras haber sido tuya, sea ahora más mía. Por eso sé que la que te ama no es otra, amor, no es otra.

Moira

Hay una parte de mí que nunca crece, que se me oculta, que me envilece. Pretendo que la atrapo pero ahí está en la tiniebla, avergonzada, escondiéndose tras su velo corrompido y pestilente. Ninguna mirada la toca, nada la puede ver, sólo ella misma y a tientas se puede reconocer. Su boca hambrienta sin dientes, sus harapos, su vara. La busco con mi farol obtuso sabiendo que no la hallaré, alumbrando una luz que no penetra, que sólo refleja quimeras de polvo y papel. Sé que mientras no la ilumine, no tendré escapatoria, pero sólo escucho el chirrido de su rueca carcomida por el óxido y el tiempo. La percibo apenas cómo hila, cómo corta mientras persigo su rastro con mi destino de heroína macabra, ese que ella me da, el que me va confeccionando, desde la terca oscuridad, mi Moira.

sábado, 25 de agosto de 2012

Miel

Tengo tu nombre en mi boca como miel, tu nombre que se repite dulce, que se envuelve con su eco viscoso rodeando mi lengua. Tu nombre pegado en mis dedos, tu nombre dorado escurriéndose por mi pecho. Tengo tu nombre romano invadiéndome todas las cavernas que creía abandonadas por el tiempo o tragadas por el moho, lavándolas como río con su elixir de gusto agolosinado, retumbando su correr como un coro en el que tu nombre forma un canon en que todas las voces son tu nombre. Ahí está tu nombre cuando despierto, cuando miro, cuando siento, cuando me ducho, cuando me visto, cuando me desnudo; tu nombre, tu nombre confitado que me lleva, que me acaramela, que me relame la conciencia. Tu nombre que se enreda, que chorrea meloso y bondadoso. Tu nombre que me sonríe allí entre las flores que se abren en mis terrenos antes baldíos. Tengo tu nombre como miel. Tengo tu nombre.

El día de la alcachofa

Habríamos de celebrar, digo yo, el día de la alcachofa. El día en que mi pasión alcachofar (o alcachofística, según diga la RAE, que no quiero yo cometer improperios hablando de asuntos tan serios) juntó tu fascinación y la mía en torno a un solo gran mordizco. Celebraremos que es "por causa de una alcachofa" y no "por culpa de una alcachofa", es decir, aplaudiremos los eventos -pasados o corrientes- que se han ido sucediendo para que ahora andemos tú y yo salpimentados y contentos. Agradeceremos, beberemos y cantaremos los fracasos y los aprendizajes viejos, así como agradece uno a las hojas que va comiendo y que le van revelando el blando centro de la noble verdura que aquí nos convoca. Sabremos que así mismo se atempera el propio núcleo, antes flojo y rollizo, ahora más fuerte y macizo. Y es que quién diría que tras tanta hoja haya semejante maravilla. Quién lo diría. Ciertamente yo no -sopena mi alcachofero entusiasmo (perdonará la RAE si estoy faltando al buen uso del lenguaje)- termino de enterarme de los misterios estos que nos deja caer la vida en forma de flor o en forma de hortaliza.
Propongo pues que el día de la alcachofa sea un día en que se festeje nuestro encuentro fortuito e imprevisto, no buscado pero bienhabido. El jolgorio habrá de tener todo el misiticismo y el asombro merecido. A manera de ritual, abriremos nuestras bocas y diremos un "ohhhhh" sorprendido -subiendo también las cejas, como es debido- dejando que la vibración del sonido transforme nuestras vaguedades en un beso firme que se acerque deleitado y se aleje obnubilado. Y asi, degustándonos hoja a hoja, nos acercaremos al corazón. Tú te comerás el mío y yo el tuyo de un tarascón, y ambos sonreiremos contentos, satisfechos, sintiendo el ajeno y tumultuoso latido en la tripa rellena del amor con el que nos tropezamos un día alcachofetado.

Oda a los fluidos

Saliva, pis, sudor, moco, legaña, flujo, sangre, bilis, jugos gástricos, humor vítreo, leche, semen, vómito, pus, sebo, flema. Fluidos corporales en cantidades navegables. Aunque los creas asquerosos, son más loables que tú por el hecho de circular por ti aunque tú te estanques.

Fuente

Esa fuente de piedra tiene cara de mujer. Para saciar mi sed, puse mis labios en su boca y la besé. Instante de recíproca vitalidad.

jueves, 23 de agosto de 2012

Vuelta

He vuelto a mi vida, que aunque vacía de ti, ha estado llena. Y ahora contigo canta una música nueva, la de saberte, si bien lejano, cerca.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Ocaso

Si uno pudiera, si pudiera yo, mejor dicho, recordar el ocaso. Ahora que amanece y hay tanta luz no puedo siquiera concebir posible que alguna vez el sol se oculte, que siga una trayectoria que extinga este resplandor blanquecino y exultante. Pero lo hace y lo hará, y vendrá la oscura noche a encontrarme en mi desnuda soledad.

martes, 21 de agosto de 2012

Alba

Se levanta con el sol cada mañana y va al río a lavarse y a lavar las ropas o los pocos trastes. El agua fría le corre entre los dedos, a veces algún pez la toca haciéndole cosquillas y luego se se pierde entre los remolinos, al igual que ella luego se pierde entre la jungla o los palafitos. Mañana tras mañana, no se sabe bien si es ella quien visita a los peces o los peces a ella. Ambos son parte del paisaje, igualmente libres.

lunes, 20 de agosto de 2012

Mendigo

Hoy vi una mendigo, harapienta y sola de contacto humano como todos los mendigos. Hacía ademanes raros, se quejaba, no de no tener dinero, sino de estarse calcinando. El verano está duro: el sol le quemaba los escasos y grasientos pelos. La mujer estaba mendigando sombra. "Un poco de sombra, señor sol, señora nube, un poco de sombra por el amor de dios". Vi al rededor la gente con sus abanicos, con sus botellas de agua, con sus sombreros de algodón. Todos somos mendigos; todos sin excepción.

sábado, 18 de agosto de 2012

Abeja

Las flores tienen nombres raros. Hay flores que tienen nombre de catástrofe anunciada, de cataclismo. Una va volando por el jardín botánico, haciendo su labor, y se encuentra "Hello Darkness" o "Euphoria Nocturna", flores oscuramente seductoras, hembras fatales, dráculas de colores invitadoras y letales. No se puede confiar en las flores. Tanta belleza y falsa inocencia de pétalos abiertos. Entiendo la gente que las corta y las lleva a casa, decapitando tanto embeleco. Yo por mi parte caigo siempre en la trampa, aunque sé, caigo una y otra vez. Al ver los mortíferos nombres de las flores, al oler su mareante y melífero perfume, me desdeño por ser abeja.

Insomnio

¿Cómo vas a poder dormir con tanta vida dentro tuyo? ¿Con tantos navíos, tantos seres, tanto barullo?

Tren

Tren de ida. Retorno cierto dentro de un retorno incierto. 16:00 y el calor sofocante dentro y fuera. Vaya verano. Cuánto necesito sumergirme en tu oasis fresco, en ese espejismo que nos traemos. Engaño dulce, retorno incierto dentro de mi retorno cierto.

Ósmosis poética

Entonces mezclaríamos poesía. Yo escribiría un poema en sus manos, él un soneto en la espalda mía. Luego, al amarnos, se escurriría la tinta y nos lavaría de palabras dichas. Al cogerme de la cintura, él se teñiría con los residuos ahora transformados por el sudor en una sangre roja, en una múltiple pasión compartida. Allí comenzaría la ósmosis poética, la mezcla maravillosa que trasciende las letras, las asimila, las atraviesa, las penetra.

viernes, 17 de agosto de 2012

Mano

Hay una belleza enclenque que casi cualquier cosa derriba en ese poner tu mano en mi mano. Es tan efímera, tan circunstancial. No importa si reposa por poco o largo rato, hay un breve instante de chispa fugaz en donde aparece esa belleza tonta, un poco perdida, ingenua; la belleza de la ilusión de tenernos, de estar genuinamente entre tanto vacío y tanto espacio para habitar. Si ese momento se prolongase, desafiaría las leyes de la masa, el peso y la gravedad y mis lágrimas conmovidas saldrían por tus ojos, tu lengua se movería en mi boca, nuestras piernas andarían acompasadas y confundidas. Seríamos una amalgama imposible y excesiva y tu mano ya no reposaría en mi mano porque las dos serían la misma y estarían la una en la otra permanentemente, perennemente y sin salida.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Lupa

Cómo quisiera tener una lupa para conocer cada milímetro de tu cuerpo, tocarte con la certeza de que no se queda nada por fuera, recorrer todos tus rincones con los ojos, con la lengua, con los dedos. Cómo detesto la sensación de que el tiempo no basta para caminarte de punta a punta, de que mi curiosidad no se agota en ninguna de tus costas. Necesitaría una lupa que multiplicara mis pasos y mis caricias, que fuera mi aliada contra el tiempo que pasa y que pesa.

Pupila

Me veo reflejada en tu pupila mientras te acaricio. Mi reflejo es deforme y horrible y no entiendo el amor que emana de tus ojos y que me ve bella e invencible.

martes, 14 de agosto de 2012

Muelle

Sentado en el muelle a la madrugada, como tantos otros días. Todos los otros keikórides ya dormían; sólo él permanecía con la cabeza en alto mirando las estrellas, queriendo descifrar a dios y sus estratagemas. Permanecía sabiendo que se iría a la esterilla con la madrugada y sin ninguna pregunta resuelta, pero tenía la esperanza de poder dormir quizá con el alma más contenta, acariciada por el brillo de las miles estrellas, llena de el azul profundo del cielo, sin más.

Deseo

Por debajo de mi piel repta el deseo como una serpiente de hierro; se desliza con sus escamas metálicas ardientes, rasgándome desde dentro. Mi pelvis sigue el sinuoso movimiento, los pezones erguidos, la electricidad en los dedos, el sudor propio y ajeno, el gusto agrio, el desorden del pelo. Mi cuerpo busca la voluptuosidad de otro cuerpo y comprueba en un momento la necesidad de máxima unión y máxima separación al mismo tiempo. Me transformo en serpiente bífida a merced de ese deseo hijo de la incoherencia, de la perplejidad que no entiende que seamos dos.

lunes, 13 de agosto de 2012

Guerra

Habría que besarse siempre al terminar una guerra. Sólo para saber que no importa cuánto peleen las dos lenguas, esa batalla constituye un sólo beso, un único y largo suspiro. Todo lo que parecía separado en la guerra, al besarse ganará la conciencia de estar indisolublemente unido, irremediablemente unido, eternamente unido.

Como en los libros

Esa mujer parece sacada de un libro de Henry Miller a veces, a veces de un libro de Cortázar, a veces de una cartilla para niños. Ha salido de allí pero no es ninguno de los personajes en ellos, se parece sólo en que es muy ella. Come como ella misma, camina y vuela, y sueña y sabe como ella, y hace esos ruiditos tan suyos y es tan suya toda ella. Parece sacada de un libro de Goethe cuando respira, cuando duerme, cuando mira. Esa mujer quiere ser el personaje de otro libro donde se pueda mezclar conmigo, yo que parezco sacado de las escrituras milenarias que yacen en el bosque, entre las fibras de los árboles, entre los suelos fangosos, la tierra húmeda, las raíces. Yo que parezco salido de ese libro abierto e inmenso que son las montañas cuando respiro, cuando duermo, cuando miro. Esa mujer quiere mezclar su especie con la mía, su soledad de ser tan ella, con la mía que es de río que corre bien adentro entre la selva. Sabe que no nos hallaremos, pero nos haremos compañía.

Los besos y el espacio-tiempo

Me quedo sintiendo cómo mi boca pequeña calza dentro de tu boca grande, cómo mis besos se pierden en los tuyos como ranas en un estanque que se abre expansivo, que me abarca en una mezcla de humedad y aire. Cierro más los ojos para encontrarme, pero por un instante el espacio de ese estanque se ha hecho infinito y mi lengua rueda libre, desecha de tiempo, despojada de mí, en ti.

lunes, 6 de agosto de 2012

Leer las nubes

Conocí a un hombre que alguna vez supo, pero ahora ha olvidado, leer las nubes. Esa es una rara habilidad, al menos en estos tiempos, y me dio pena por las nubes tan llenitas de mensajes que ya nadie conocerá, pasando así desapercibidas. Le animé entonces a que reprendiera y le mostré mis pies llenos de lluvia, mi mano izquierda y mi cadera. Para sorpresa mutua el hombre supo descifrar sin dificultad los secretos ocultos en cada una de mis nubes.
Así se recupera una capacidad ancestral: trayendo el reino de las nubes al cuerpo.

domingo, 5 de agosto de 2012

Laguna

Al ir por agua, se arrodilló en la orilla y se observó en la laguna. La superficie verdosa le devolvía un rostro viejo y cansado que temblaba miedoso ante el menor soplido. El hastío nadaba entre los ojos reflejados acompañando la imagen con su tono agrio y sombrío. Ese era él y esa era su vida, toda encapsulada en ese instante; cada marca perecía contenerla resumida. La espiral degradada de su auto-conciencia marchita fue irrumpida por un pez pequeño y negro que agitó su cola en la superficie. Ahora la belleza, el delicado jugueteo y la sorpresa eran también parte del reflejo, y el agua aun remolinada mostró una risa como un acordeón extendido que se oyó estruendosa sobre los coros de los grillos.
Por eso los Keikórides no tienen espejos.

Neuronas

Voy olvidando cosas, se me escapan como agua en una coladera. Creo que el esfuerzo intelectual me ha quemado las neuronas. Datos de mi biografía, nombres de gente importante, de lugares conocidos. Pero no sólo eso, creo que he olvidado cómo relacionarme y que no recuerdo cómo hacer el amor. La ventaja está en que ahora puedo recuperar la memoria de mi cuerpo en otro cuerpo aprendiéndola otra vez, desde cero, con ingenuidad infantil. Si como dicen por ahí, el corazón tiene cerebro, para amar no se necesitan demasiadas neuronas. Esto es algo para agradecer a dios.

sábado, 4 de agosto de 2012

Gris

Me convenzo y confirmo mi conocer de cada jugada, pensamiento, emoción, movimiento y premeditación. A veces reina a veces peón, me harto de los blancos y los negros y de las premoniciones de cartón. Me entrego a mi propio Jaque Mate y me salgo de este tablero, de mi reducido cuadrado interno, sin esperanza pero con fé de que ahí fuera hay algo más auténtico y más veraz, algo que más cercano al amor quizás.

Diástole y Sístole

A veces no quepo en los brazos de nadie ni hay árbol que me dé sombra ni cielo que me abarque y me vuelvo Gulliver, inmensa y llena de mí, y me quedo tan sola, tan sola sin cobijo alguno que empiezo a encogerme y me vuelvo pequeña -diminuta incluso- y quepo en todas partes y desaparezco entre los bolsillos de algún nadie y me pierdo entre las fibras de una tela extraña y me hago invisible y a la vez ciega y pierdo la perspectiva y para encontrarla tengo que crecer y comienzo a expandirme y tengo que volver a crecer y vuelvo a empezar.

Rana

La rana se subió en mi dedo corazón. El agua corría sobre nosotras; mis dedos ondulaban, se movían vibrantes agitados por la corriente, pero ella no se inmutaba. Apenas respiraba y yo la veía, entre el agua brava y rabiosa, siendo todo lo que yo querría ser.

Vacía

Quiero vaciarme de todo y vaciarme de mí. Deshacerme de cada cosa que he creído que soy, despojarme de todas mis afiliaciones, lealtades y formas, de los calificativos y los sustantivos, de los contornos, de los aromas. Y vacía totalmente, quiero que llegue la muerte e intente buscarme y tenga que pasar de largo porque ya no haya un alguien que me habite, ya no haya yo, ya no haya nada, nada, nada.

sábado, 21 de julio de 2012

Papel burbuja

Creía tener la suerte de estar recubierta de papel burbuja. Caminaba asumiendo que si caía, no se haría ningún daño. No necesitaba tampoco arrastrarse, pues la blanda cobertura le favorecía rodar en cambio y así mantener siempre intacta la dignidad. Cuando el monstruo horroroso aparecía en sus pensamientos o sus sueños, ella comprobaba la utilidad del papel burbuja para mantener las cosas delicadas, su presencia no la rasguñaba ni sus palabras penetraban. Su alma de porcelana estaba salvaguardada. Siempre lo estaba excepto ciertos días lúgubres en que todo parecía más real, en que el mundo estaba cerca, tangible y amenazante. Entonces, el papel burbuja desaparecía. Al penetrarla los sablazos, tajo a tajo, ni siquiera se escuchaba un mínimo "pop".

Rompecorazones

Cuando salieron a la clase de música, Manu se escurrió entre los otros niños y con subterfugio impecable logró su cometido. Al volver de clase, Karina encontró sobre su asiento una bolsita transparente llena de dulces, gominolas, chocolates y caramelos blandos. La detalló y examinó su contenido. Miró a su alrededor. Ningún indicio de por qué estaba allí la bolsa. Así que la tomó y la llevó a la profesora reportándola como objeto perdido.
Nunca apareció el dueño. Manu no quiso decir que eran suyos, principalmente porque no lo eran, eran de Karina, aunque ella no se hubiese dado cuenta. Karina en el fondo siempre tuvo la duda de si al entregar la bolsita a la Señorita Linares no estaba rompiendo dos corazones.

Decrepitud

Si tan sólo pudiera imaginarme vieja quizá perdería este miedo al tiempo. Hacerme a la idea de los ruidos del cuerpo, la piel caída, las varices, los músculos fofos. Al menos pensar mi cara con los rastros de la edad, o mejor aún, mi cabeza, mi corazón al que le han pasado los años. Si pudiera entender la decrepitud del cuerpo, la acumulación de los años en la trastienda de mi cerebro quizá andaría más consciente por el mundo de los mortales. Podría acercarme más y más a la muerte con la serenidad de un lápiz que no deja de ser tajado y se acaba. La fealdad es signo de mi perecer, pero yo no la entiendo y sólo me apanico, me aferro y me muero.

domingo, 1 de julio de 2012

Arraigo

Iba llevando el peso de la soledad y el desarraigo, con su forma de u invertida terca y equivocada. Cada vez más encorvada, se inclinaba hacia el suelo hasta que con los años se encontró cara a cara con la superficie. Besando el piso no tuvo más remedio que admitir que era hija de la tierra, su compañera silenciosa siempre.

sábado, 30 de junio de 2012

Tonada

Me pregunto si los pájaros cuando trinan serán tan felices como yo cuando canto, si sentirán éste júbilo que parece filtrarse entre las grietas del alma para soldarlas y repararlas. Si es así, no importa que el pájaro esté enjaulado, como no importa que yo esté en esta cárcel: La voz puede liberarnos del cautiverio. Una tonada puede ser la llave hacia la total emancipación del ego.

Árbol rojo

Yo venía subiendo mi calle como cada día, pasé por el parque y vi ese árbol oscuro tan tupido que está ahí siempre. Ya venía entrando fuerte el verano y el sol arriba refulgía con una fuerza incandescente y abrasadora. En un movimiento involuntario levanté mi mirada hacia el cielo, cobijada por la ligera penumbra producida por el follaje y caí en cuenta que el árbol era rojo, sus hojas quiero decir, eran de un bermellón intenso y oscuro. No había reparado en ello antes, creo que no sabía que había árboles “normales” –no maples japoneses o plantitas de navidad- que tuvieran ese color de vino tinto. La luz se colaba en estrechas vetas por entre las ramas haciendo las hojas de un color rubí aun más brillante y hermoso. Un árbol de fuego opaco que no ardía.
Creo que no parpadeé, que tenía los ojos abiertos inmensos ante la majestuosidad y la belleza del juego lumínico de destellos y sombras entre los contornos bermejos mecidos levemente por el viento. No sé si fue la sorpresa simplemente, o el hecho de ver en otro ser vivo el color de mi propia sangre lo que hizo que mi mirada se expandiera así y que sintiera que la presencia de ese árbol frente a mí era milagrosa, extraordinaria. Contemplando detalladamente las venas de las hojas algo dentro mío habló con inusitada certeza: Yo creé esto, éste árbol es mi creación. Y sentí una felicidad y un amor extensos y plenos, un orgullo que era a la vez humilde porque el árbol con su presencia tan grande y escarlata no permitía otra cosa.
Entonces puse mis ojos en otros árboles, en las piedrecitas del suelo, en las cosas, y con la visión de cada una se repetía la letanía: Yo creé esto, y esto, y esto, y esto. Me quedé inmóvil y comencé a ver la gente pasar, los niños jugar, las señoras caminar, conducir coches, conversar. Todos eran bellos y eran mis hermanos. Esta era una sensación de hermandad diferente, porque no era la que se siente por pertenecer al género humano, sino la que hay entre dioses. Juntos habíamos co-creado todo esto, cada ente con su maravilla simple o compleja había sido producto de un trabajo mancomunado y conjunto. El resplandor divino en cada ser humano era evidente por un momento, al igual que el entendimiento de la naturaleza sagrada de cada cosa del mundo, incluyéndome. No pude más que agradecer y pensar que ese instante era el futuro. La humanidad que seremos es la que somos ahora, es idéntica a la que somos justo ahora, con la única diferencia de que entonces nos hemos tomado el momento para contemplar un árbol rojo.

Labriego

Descansa su espalda en el árbol después de la larga jornada. Sus dedos rozan los prados, deja la mirada perderse lejos entre la inmensa sabana viendo los otros Keikórides caminar atezados como sombras de la china sobre el atardecer naranja. La siembra es cansada, pero el cuerpo acusado por el duro trabajo se va paulatinamente tiñendo aloque y dejándose seducir por el suave soplido del ángel del sueño. Dormido cada vez más profundo ya no es más sólo un labriego, su espíritu se funde con el árbol, con el suelo y con el incandescente cielo.

viernes, 29 de junio de 2012

Muerta

¿Dónde está la vida que me ven los otros? ¿La vida que me hace caminar, que me hace respirar? La busco y no la encuentro entre este cementerio que me cunde de lápidas el centro y el no-centro. Tengo los ojos secos, los labios secos y la carne seca de los muertos. Apesto. Estoy muerta.

jueves, 28 de junio de 2012

Atardecer

En la terraza se sentaron, ambas calladas, cada una presente pero en otro sitio. Llevándose la copa a la boca se dejaron llenar los ojos por el cielo que ardía en llamas quemando con su candela los recuerdos de otros San Juanes. Una propuso un color para la nube grande: Crazy neon orange. La otra dijo: Gay pink flamingo. Ambas rieron y brindaron mirando la menudísma luna medio desnuda en la noche que comenzó a adentrase brillante y atronadora.

miércoles, 27 de junio de 2012

Será

¿Será porque te vas revelando como el sol tras las montañas y te voy conociendo de a pocos, que me pasa contigo esta cosa rara? ¿Será porque estás en un sitio donde mi mirada no llega que no siento que tenga que hacer nada para que puedas verme y me encuentro en este no querer adornarme ni aderezarme en modo alguno? ¿Será por ese mirarme con ojos hechos de palabras que me apetece estar totalmente desnuda ante ti, sin sombrero y sin encaje, con el pelo suelto y salvaje? Quizá sea porque sé que me desplumarás igualmente de cualquier añadidura o juego o trampa, o que me despojarán la vida y el tiempo en algún punto. Será por eso que me siento como una luna nueva cuyo contorno se adivina, que contigo me da más vergüenza ocultarme que mostrar. Sea por lo que sea, la cosa esta natural y nueva es un regalo que me danza con una música auténtica, bailando al ritmo del pánico a ser completamente, con el pálpito intercalado entre la valentía y el terror: el viejo miedo al amor.

martes, 26 de junio de 2012

Sed

Esta sed de océanos se sacia con una gota. Esa es la paradoja cuando uno deja de querer ser amado, para ponerse a amar.

lunes, 25 de junio de 2012

Volverse Feo

Con el tiempo uno se va volviendo feo. La gente que ya nació fea, se volverá aún más fea. Los que nacieron bellos, intentarán agarrarse de su antigua figura y sufrirán el triple porque habrán pensado siempre que se les ama por sus formas y no tolerarán las flacideces ni los pliegues en que se va acumulando el tiempo. Pero aunque luche, la batalla es perdida y uno se va volviendo feo, cada día más y más feo, y por ello cada vez más y más invisible. Andará como un fantasma por ahí sin merecer nunca una segunda mirada, como una evidencia hialina de la transitoriedad de la existencia. Y siendo invisible cada vez le será más difícil reconocerse en el espejo, o mirarse siquiera. Entonces puede suceder el milagro de que uno realmente deje de querer admirarse y ser admirado y logre, por fin, verse, verse honestamente y con los párpados caídos, encararse tal cual es. Quizá sea eso lo que dote de dignidad la vejez.

viernes, 22 de junio de 2012

Estos días tristes

Estos días tristes se parecen a las gotas de lluvia. Se parecen en que el sol se refleja en ellos iridiscente y devuelve profundos tonos violetas o blancos inmaculados y desabridos. También se parecen en que se suceden uno tras otro, en que caen y caen incesantemente, en que se estrellan contra mí, en que se acumulan en los bordes de la calle, en que se escurren por mi ventana dejando caminos como arañazos hechos de espera, de miradas desgarradas, de pensamientos perdidos. Estos días tristes se parecen a las gotas de lluvia en que nunca vienen solos y en que son sólo una parte de una tempestad más grande para la que yo hace tiempo perdí el paraguas.

martes, 19 de junio de 2012

Ínfima

Abro mi mano vacía, la cierro, la abro, la cierro. Me veo la palma, la miro fijamente mientras escucho el oleaje revolcar la arena llenando el hoyo que tengo en el centro, enterrándome lentísimamente. Estoy así pero no lloro porque entre esta eternidad de agua salada mis lágrimas son grotescamente insignificantes. Al final el mar no me sepultó tampoco, aunque soy tan ínfima. O quizá justo por eso.

Gurigura

Qué risolenta me faruca tu omariscencia en la Pacha, gurigura. No sólo acoque yo avure un maimferizo para fraglizar, manopeludear, criptosingulear Scat o amplexar, sino acoque tu pasoriscencia xakotí, arosella y embellece éste collado como una zúa fareda para farucar reverdecer y hanarizar lo que está azurumado, como en el hanami. No sofaría, acoque no lo rembollo, cómo era la jayat bísico que tú omariscieras, pero el sólo trop me dira mucha azulitia y me alumejo terriblemente shijístata; la ostórega siloscenia entre el uatachitachi y la uromiscidad. T’he amironado gracigollar y uromisciamente aco eso te volesho. Hubiese tripocoteado avelajarte unas nisófulas o unos glutirioles aco tu Intícloro. Misúsufo que la Pacha sea osi gracigolla. Charnegar a musipoto collado es mojafiroso a veces. Así que t’igrufadileo, gurigura, para daromarte aco ciclorar girolegotada contachi, aco omar, aco volesharme y aco tu filix superferolítico y tokamakótico.

Acción y Reacción

Dos ciegos dando palos de ciego para buscarse porque no se han dado cuenta que están el uno dentro del otro.

domingo, 17 de junio de 2012

Las cosas de lejos

Qué raras se ven las cosas de lejos. Un sapo que salta se asemeja a un pájaro en vuelo. La risa parece rabia, la sensatez, distancia; el aire se disfraza de falso oasis, la arena imita al cielo. Uno cree que sabe pero no puede ver más que ilusiones desérticas, formas hechas de nada, espectros. A lo lejos, la atmósfera hirviente y enrarecida le devuelve un espejismo que no es más que su propio deseo y su propia condena.

Instrumento

Qué fácil es amar a un instrumento. Se le ama sólo porque se deja tocar, así sea mal.

Gustillo

Terminé el libro y quedé con ese gustillo entre deleite, envidia y melancolía. Cuando leo algo que me gusta siempre me dan ganas de haber sido la persona que lo escribió.

Armónicos

El sonido entre mi boca se descompone en varias ondas senoidales que se aparean en orgías desatadas entre mi lengua y mi paladar. Mi voz se alza y el placer de las múltiples cópulas suena a flautas dulces que reverberan en el aire como hadas traviesas que me llevan a otros lugares, más cerca de mí. El éxtasis de los armónicos se deja sentir en todo mi cuerpo y en el de todo aquel que escucha mi canto, si alguien escucha mi canto.

sábado, 16 de junio de 2012

Hilo

Hoy salí a la calle como si tuviera una madeja de hilo rojo en mis manos la cual fuera desenvolviendo con cada paso, dejando mi rastro como un gran caracol carmín. Caminé por la ciudad enredándome en ella, enzarzando mi hilo en cada lugar y cada cosa hasta quedarme plácidamente atrapada entre la inmensa red formada por todas las estructuras, los árboles y las máquinas que visité. Estoy enlazada con todo, suspendida en el tejido templado sintiendo y su exiguo vaivén. En este instante somos una sola cosa la ciudad y yo, las cosas y yo, no somos más que puntos de una urdimbre color sangre que vibra, que late, que duerme y que ríe.

Algodón

Siempre me ha parecido extraño que el algodón sea vegetal. Con esa textura acariciable y delicada, y ese inmaculado color blanco nube. La flor del algodón parece más una ovejita sin ojos, un cordero lanudo que no necesita patas porque al soltarse de la rama, se desliza cabalgando las corrientes de viento. Se me hace posible que si uno le pegase el oído y aguantase la respiración para estar bien atento, lo escuchase balar. La próxima vez que vea un campo o que me raspe una rodilla, me pondré en cuclillas, cerraré los ojos e intentaré oír qué me dice el algodón con su largo y fino beeeeee.

jueves, 14 de junio de 2012

El drama cutre

Tengo que confesar mi pasión por el drama cutre. Desde pequeña soy fan acérrima: Poner música triste para terminar de hundirme, atender sólo a dos palabras hirientes entre miles, definirme con los vocablos más cafres, condenarme y golpearme al mejor estilo de "al caído, caerle", quejarme en una letanía eterna por todo lo que no tengo y todo lo que no soy y por todo lo injusto y por todo. Que me gusta hurgarme con sal la herida, vamos, darle vueltas al dedo dentro y convertir un rasguño en un hoyo hediondo y purulento. Vaya costumbre asquerosa.
Mi adicción por el drama ha tenido un dejo estético en buena parte, pero también por muchos años la he llamado 'verdad'. Realmente la he llamado así porque he estado ciega y he querido mentirme, engañarme disfrazando de autenticidad y nobleza a mi incapacidad para admitir cuan equivocada estaba.
Hace un tiempo hice el firme compromiso de parar con el drama, de no amamantar más a mi ego, de crecer de una vez por todas. No quiero explicar lo difícil que ha sido, las batallas que he librado para hacerme la contra. Poner música alegre cuando me siento vencida me ha parecido una traición frívola. Algo tan básico, me ha dado para combates tipo Troya; me ha corrido el miedo de volverme tonta u ordinaria o indolente por el simple hecho de no joderme. Entonces me di cuenta no sólo de que soy aficionada al drama cutre, sino que además le doy demasiada importancia a todo: que si la música así o asá, que si la palabreja, que si yo misma con mis tragedias y mis calamidades de quinta. A la luz de tanto intríngulis egóico, mi guerrera parece insulsa que da hasta pena.
En estos días de cierres súbitos en que me canso de pelear contra mí misma, de vencer la adicción dramática, de mantenerme fiel a mi propósito de cultivar el contento y de agradecer, me pregunto a mí por qué se me dio por esto de escarbarme, de la conciencia y de la búsqueda de la verdad. ¿Qué es lo que ha hecho que me mantenga firme en el empeño aunque falle tanto todo el tiempo?.
Ayer hablábamos con mi amiga Carla de ese punto en cualquier proceso en que no hay marcha atrás, en que algo ha ocurrido o una decisión se ha tomado y a partir de allí no hay fracaso posible porque tampoco hay éxito, sólo una determinación de, simplemente, dejarse en paz y vivir. Carla decía que la decisión de ser feliz es equivalente a la de sostenerse solo y a la de amar, con todas sus letras. Según ella, sostenerse a uno mismo, estar en presencia, comporta felicidad y es la condición para amar realmente. He pensado mucho en esto, porque me parece muy duro decir que quien no se sostiene no ama. Sobre todo porque no quiero aceptar que mi amor mediocre lo es, es mediocre, vulgar y anodino, que quita más de lo que da. Pero creo que justamente fue esto lo que me dio a oler aunque sea un poquito la libertad: Querer poder ofrecerme y ofrecer un amor de calidad, si tal cosa es posible. Eso y que realmente no me gusta nada, nada estar equivocada. Y eso, y que además creo que esta es la mejor contribución que puedo hacerle al mundo, si alguna. Así que aquí lo pongo, escribo esto en vez de darme al drama cutre.

miércoles, 13 de junio de 2012

Ritual

Agua para que fluya; tierra para que esté estable; aire para que el camino sea liviano; fuego para que se trasmute y para que haya luz, toda la que falte. Ofrendé miel para que lo que sea, sea dulce, y un poco del aceite de almendras que había comprado para el que iba a ser nuestro encuentro, en señal de humildad ante la voluntad divina. Cerré los ojos y encendí las velas acompañadas por las piedras, los animales y las cosas que tengo siempre en mi altar. Me persigné, por raro que parezca, más en honor a él que a mí misma, y oré con todo el amor que pude y con tanta, tanta fe, que tengo que estar segura que he sido escuchada. Recé, medité un poco, me entregué. Abrí los ojos y me quedé mirando la flama erguida y espigada del buen augurio, y entonces algo me recordó con una canción que "it's always darkest before the dawn". Así que tuve que agradecer y tuve que confiar, porque si no es para eso, no hay para qué hacer un ritual.

martes, 12 de junio de 2012

Confesión de amor a los libros

Para el cumpleaños de mi querido amigo Ignacio decidí regalarle un libro. No a todas las personas se puede regalarles libros; me encanta cuando sí porque me encanta ir a librerías y comprar. Bueno, me encanta ir a librerías en general, y de hecho a menudo voy y no compro nada porque desde que viví en Ciudad Monstruo decidí no llenarme de libros hasta que no esté segura que me quedaré en algún lugar. En Ciudad Monstruo viví sólo un año largo y, ciertamente, en la miseria; no sé de dónde sacaba dinero para libros, no lo recuerdo con claridad. Ha sido una vieja costumbre mía la de privarme de todo menos de papel estampado con letras, pero incluso suponiendo que así lo hacía, hoy sigue siendo un enigma de dónde sacaba el tiempo para leer. Al terminar mi estancia allí, tuve que donar y regalar todo lo que había acumulado. Fue agridulce: me sentí buena samaritana, sí, y gilipollas, también. Desde entonces decidí hacer uso de las bibliotecas públicas y no comprar libros excepto en casos excepcionales -léase, cuando no encontrara algo allí y lo deseara obsesiva y terriblemente-. Así que voy a la librería de paseo, no más, como quien va a la heladería y se marcha habiéndolo probado todo en esas cucharitas pequeñas de muestra, pero sin comerse un cono como Dios -el Dios de los helados- manda.
La razón por la que sigo yendo, aunque no me lleve ningún ejemplar a casa, es que amo estar entre los libros, ojearlos, olerlos. Desde pequeña casi se podría decir que me han gustado tanto las palabras como las personas, y en alguna época, más las primeras que las segundas. Recuerdo ir a la feria del libro entusiasmada y recorrerme los pabellones rastreando con un profesionalismo precoz, mis editoriales infantiles predilectas. A menudo mis padres me ponían un límite de número de libros que podía llevar a casa (1, 3, 5 en las épocas de bonanza), y yo emprendía una labor exhaustiva para no equivocarme en la elección, dirigiéndome segura donde no sería defraudada: Torre de Papel y Barco de Vapor.
Siempre que tengo que regalar algo, desde siempre, quiero que sea un libro. En parte porque me siento regalando una experiencia que se puede gozar gota a gota, un atisbo de conciencia sobre la propia luz o la propia sombra, un claroscuro de la propia humanidad. Pero no es esta la razón más importante: realmente, independientemente del regalo, me emociono pensando que por unos segundos, el libro que compré para otro, es mío para detallar y expugnar. Ese instante entre la compra y la entrega me lleva a mi niñez, a la alegría y el gozo de tener en la mano algo que es sólo mío, no porque me pertenezca, sino porque será por siempre parte de mí.

Sobre la flor de hielo

Ayer leí un poema sobre la flor de hielo que soy yo y algo en algún lugar sintió una calidez tersa y acuosa. Todo lo helado se derritió menos las espinas de la flor, que no se descongelan y están ahí aguardando yo qué sé qué. Las miro y espero que a que se produzca el cambio de estado, a que naden en sí mismas en algún momento, pero no ocurre. Ellas se quedan ahí aferradas, enterrándose en las mismas heridas de siempre, más al fondo, entre mí carne.

sábado, 2 de junio de 2012

Como los osos panda

Hace unos días hablaba con mi madre que estaba asombrada porque había visto un documental sobre los osos panda. Lo que la tenía atónita era el descubrimiento de la sexualidad particular de estos animales: Las osas panda son muy selectivas en cuanto a pareja, no con cualquiera quieren procrear. Desafían el instinto de conservación y por ello se las considera responsables del peligro de extinción bajo el que se encuentra la especie. Para que una hembra oso quede embarazada en cautiverio, por lo general, han de dormirla e inocularla con el esperma del panda aburrido y poco atractivo que ella ha rechazado. La sorpresa de mi madre consistía en reparar que hay mujeres que funcionamos como pandas, que no nos iríamos a la cama con un congénere si no nos encajan todas las piezas aunque de ello dependa la supervivencia de la raza. Me ha parecido claro y he dejado de buscar mi origen en lo extra-humano, por fin he encontrado una respuesta: soy, aunque no lo sabía y a simple vista no se me nota, un oso panda.

viernes, 1 de junio de 2012

Ballena

Había una vez una ballena que era demasiado grande y pesada, arrastraba consigo miles de toneladas. A la ballena no le gustaba mucho el sol, pues sólo había escuchado de él pocas veces y tendía a no entender su resplandor. Navegaba, por ende, siempre en el fondo marino, descubriendo entre lo oscuro toda clase de cosas que los animales de la superficie rara vez ven: tesoros, criaturas horribles que expedían una fluorescencia halógena que enrarecía el paisaje de las profundidades, cuevas milenarias con una sabiduría intocada y virgen. Con los años fue colectando un saber exquisito, aunque encriptado en cetáceo, y los peces se acercaban a ella buscando contagiarse de su misticismo oculto. Ella les permitía acceder, mientras no entorpecieran su buceo cada vez más lejano de la playa y el sol.
Un día, uno de aquellos peces abisales esperpénticos y refulgentes le habló de la superficie. Le habló del calor y de la claridad y le invitó a que juntos hicieran el viaje hacia esos parajes tan desconocidos para ellos. La ballena, aunque insegura de dejar el territorio que bien conocía, se dejó seducir por el horrendo pez y juntos partieron en busca de una luz nunca antes vista. En el camino se perdieron muchas veces, los dos igualmente desorientados, pero cuando lo vieron, el astro rey les confirmó que se habían encontrado. Bajo la luz solar se miraron con escrutinio: eran livianos y hermosos.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Esa sangre

Pasa por la puerta en mi pecho dejando que el tiempo nos dé tiempo. Entra sigiloso por el paso estrecho de latir. Dentro podemos tomar el té y podemos hablar por horas sobre los espejos o la furia; o podemos contarnos en silencio cosas tenues y sutiles sobre el tacto imaginado de la mutua piel. Métete dentro y siéntate conmigo donde es cálido y escarlata, para que mientras nos susurramos todas las historias, nuestros fantasmas naufraguen en esa sangre especial de sólo a veces, perezcan asfixiados entre la sangre clara que contiene, únicamente cuando está a la vez dulce y asustado, mi corazón.

sábado, 26 de mayo de 2012

Ida y vuelta

Supongamos que los cruzo, todos esos kilómetros. Supongamos que los cruzo y llego hasta ti. Supongamos que nos gustamos, que nos gustamos mucho. Supongamos que hacemos el amor, que bailamos, que no nos anochece, que nuestro reflejo en los ojos del otro se ve profundo, nítido y bonito, que uno más uno suman miles. Supongamos que así es todo al otro lado de los tantos kilómetros. Entonces, sólo pienso una cosa: qué desamparo y qué desidia cuando vuelva de ese viaje de ida y vuelta que es siempre, siempre el amor.

Esperanza

Al nacer le pusieron Esperanza. Esperanza era el nombre de su madre que tuvo que ser la Esperanza para muchos y necesitaba ella misma una Esperanza. La pequeña cumplió bien su papel y pronto se convirtió en la luz de la Esperanza, miraba al mundo con ojos verdes tal como de ella se esperaba. Ya mayor conoció a un hombre que la amó ipso facto; no más verla, creyó recuperada la Esperanza. Tuvieron hijos y después de muchos años juntos, la vida comenzó a hacerse pesada y a llenarse de cotidianidades vanas. Comenzaron paulatinamente a hacer el amor con menos regularidad, a evitar las miradas plenas, a ver la tele en vez de conversar durante la cena. Un buen día, al hombre se le vió llorar profundamente desconsolado. Al preguntársele el motivo de su llanto, respondió lo que era obvio: que había, para siempre, perdido la Esperanza.

viernes, 25 de mayo de 2012

Carbón

Yo fui el leño, tú la chispa. Yo yacía firme dándole base a todo cuanto hubo de fuego entre nosotros, tú saltabas intermitente desprendiéndote de las brasas y luego volviendo a ellas. Sin fuego no habría habido chispa; sin chispa no habría habido leño, sólo habría existido un simple madero. Ahora que el fuego se ha apagado y mis restos carbonados se han liberado del ardor, ya no alimento llama alguna y albergo apenas un tibio calor. Ya no soy base y descanso en la tierra, agradecida y aliviada de ya no ser ni leño ni madero, entregada de lleno a ser carbón.

Uñas verdes

A las uñas de mis pies les gusta estar pintadas. Son muy coquetas y no aprecian el desaliño, les encanta pertenecer a un pié femenino. Escogen su color de barniz con meticulosidad de artista y luego se preocupan por no desentonar, por matizarse y ajustarse con todo lo demás. Primero les importaba sólo combinar con las uñas de las manos, así que ordenaban una coordinación tan tiránica como armónica. Satisfechas en su engreimiento, comenzaron luego a ocuparse de hacer juego con zapatos y calcetines, labor que probó ser engorrosa y apurada, tanto, que pronto en rebelión me exigieron no ser aprisionadas jamás en arminículo para andar alguno. Yo accedí de buena gana creyendo que ahí terminaba la colorida y jactanciosa pasión ungueal, y sintiéndome libre de su juego un día las pinté de verde. Tendría que haber yo sabido que tanta extravagancia reavivaría la vanidosa pulsión de mis uñas, que desde entonces han llevado a mis pies descalzos sin descanso por valles, praderas, bosques, montañas, lagos fangosos, mares caribeños y campos de golf.

viernes, 18 de mayo de 2012

Poesía erótica

¿Qué sentido tiene escribir poesía erótica si no en un cuerpo? Erotismo escrito con tinta, sobre papeles inmaculados y olorosos a cloro; sin los humores de la carne, sin suspiros.
No tiene ningún sentido. Ninguno.
La poesía erótica no se escribe, se hace.

lunes, 14 de mayo de 2012

Polen

El polen deambulando por el aire sólo se puede observar quedamente, no se puede escribir, al menos yo no puedo. No puedo escribir sobre la belleza de los copos que caen pausados como nieve cuando ya ha entrado la primavera y el sol arde sobre los prados limonados. No puedo escribir y me quedo impávida, viéndolos suspendidos y atemporales, o esperándolos venir arrastrados por un soplido a enroscarse entre mi pelo. Ya que no puedo escribir, sólo miro; miro los granos de polen iluminarse como pequeños soles despelucados, cada uno el centro de su propia galaxia expandida. En su sistema yo seré, si acaso, un asteroide remoto que en su presencia también brilla y flota.

martes, 8 de mayo de 2012

Ser todas las cosas

Hoy me duele todo. Me duele el cuerpo, me duelen los huesos, me duelen las pestañas, las uñas, el pelo. Me duelen los árboles, las casas, los coches, los perros, los letreros del metro. Me duelen las iglesias y los templos. Me duele la luz, los cometas, el viento, las montañas, los desiertos.
Tanto dolor exaspera mi deseo de, a veces, no ser todas las cosas.

A tu lado

Contigo mi pájaro libre es pájaro enjaulado, mi pájaro enmudece desesperado. Contigo las alas brillantes de batir desaforado, lucen opacas su enmohecido manto. Contigo no voy a ninguna parte; contigo no hay vamos; contigo mi pájaro ya no trina ni su música reverbera en el aire alcoholizado. No hay licor que pueda hacerlo cantar, a tu lado.

domingo, 6 de mayo de 2012

Idea

Tuve una idea salada que encerraba carpas doradas y pulpos dentro. Ya no me acuerdo qué idea era porque iba y venía como las olas del mar, hasta que ya no vino más. La idea se fue pero yo me quedé riendo, con las carpas y los pulpos haciéndome cosquillas desde dentro.

Llena


Hay noches como esta en las que simplemente mirando al cielo, siento que sólo necesito luna para estar yo también llena.

martes, 1 de mayo de 2012

Musa

Vino la musa a susurrarle a mi soledad palabras de algodón y de hierro, vocablos como chairas mullidas hechos tanto para desafiar mi miedo como para entibiar mis manos selladas que se resisten a dejarse ir. Ha llegado mi musa y ha llorado conmigo los entierros de todos los muertos que tengo dentro, a la vez que ha sido la comadrona de este parto eterno que me devuelve a la vida tras todos los fuegos del fuego. Con su llegada he sabido cuánto la hecho de menos, es decir, cuánto me extraño a mí misma cuando no me tengo, cuando me voy de mí, cuando me evaporo, me desaparezco.

Lluvia ingrávida

Primero el cielo se tupió, lleno de nubes grises gruesas que fueron haciéndose cada vez más espesas y comenzaron a tapar el sol. No lo ocultaron por completo, sino como si estuvieran provocando un eclipse, haciendo que sobre las calles y los paraguas precavidos alumbrara una luz cobriza con tintes azafranados. Aún no llovía, y el ambiente se mantuvo así por lo menos 20 minutos hasta que por fin gotas inmensas, gigantes, comenzaron a salpicar con una suavidad inconcebible. Era una lluvia imponente, pero que no mojaba los pies de nadie ni se acumulaba en charcos al extremo de la calzada. Las gotas brillaban en el espacio coloreado por el sol escondido como si fueran miel o ámbar, y flotaban en el aire pero no se las veía estrellar contra el suelo. Los transeúntes miraban hacia abajo sus zapatos secos y luego asombrados hacia arriba, viendo cómo el agua que había caído vencía la gravedad y volvía a reincorporarse ascendiendo remolona hasta alcanzar a la fuente de la que era originaria. El viento empujó las nubes rechonchas y plúmbeas lejos de los ojos estupefactos y se las llevó, llenas de lluvia ingrávida.

miércoles, 25 de abril de 2012

Alcachofas

Para comer alcachofas es fundamental estar en soledad, tranquilo y remangado. Se sienta uno y va despetalando mientras canta. Puede cantar jazz sin letra, por ejemplo, o sea, puede graznar y puede hacer el ridículo. Se dará uno cuenta que en la medida en que vaya entrando más en la labor y vaya profundizando, llegando al centro, las hojitas serán más jugosas y tendrán más sustancia, como con todo en la vida. También se dará cuenta que el despedazamiento alcachofar habrá engendrado un chiquero cada vez mayor que hay que limpiar, como todo en la vida. Ya acercándose al corazón, es posible que se sienta el latido de la alcachofa. No hay que asustarse por ello, al contrario, se sugiere contestar con el propio latido emocionado y satisfecho y quizá, poner un poquito de sal. Es importante resistir la tentación de mordisquear el centro cuando aún alberga hojas, de lo contrario no se gozará el gran placer de descubrir lo que tan celosamente guarda esta hortaliza entre su fortaleza acorazada. Se trata de una cunita blanda y dulce, peluda, en la que hay un hoyo hecho a la medida del dedo humano. Como es obvio, un gran gozo proviene de introducir el dedo palpando la textura felposa y dejándolo encajar en el lugar que la naturaleza ha dispuesto para él. Se recomienda para este momento cerrar los ojos y dejar de cantar. Sólo entonces podrá uno, de un atracón, comerse el corazón de la alcachofa. Al terminar, se habrá de lavar las manos y soltar una carcajada de felicidad.

domingo, 22 de abril de 2012

Pienso

Pienso lo que escribo y también todo lo contrario. Nací un Lunes de luna llena y soy hija del misterio. Muestro un lado pleno que esconde otro de la misma superficie que está vacío y es oscuro, o al revés. Soy contradictoria así. Amo apasionada y con la misma pasión desprecio. Vivo entre la curiosidad y el aburrimiento. Soy dama y soy caballero, ser humano y mitológico, carne y espíritu. Estoy a favor y en contra. Jamás he sabido discernir entre mi luz y mi sombra ni entre lo que soy y lo que no, ¿por qué otro lo sabría mejor entonces?.No quiero que se me identifique con mis pensamientos porque no soy ellos. Lo que pienso es como el lodo en mis pies descalzos tras la lluvia: viene conmigo pero no es parte de mí.

jueves, 12 de abril de 2012

Compañía

La luna inmensa viaja conmigo, a la izquierda del camino. Por ratos se esconde y yo la busco detrás de las montañas desde donde se asoma sonrojada, mostrándome su luz casi solar que se cuela entre los árboles al filo de la cordillera. Sobre los tonos rojizos bailan las sombras y luego aparece de nuevo, luna completa de Abril. Hoy está tímida la luna. Nos miramos y ella coqueta se pierde entre los opacos objetos remotos. La luna me mira y yo la miro a ella, ambas francas y desprendidas. Ninguna de las dos está sola.

lunes, 9 de abril de 2012

La óreo soberbia

Siempre he escrito. Desde que aprendí el abecedario comencé a componer poemas y cuentos cortos que recopilaba en folios mal encuadernados llenos de mi caligrafía cursiva y mis dibujos rayoneados. Tenía mis libros ilustrados, para que se me entienda. Hacia los once años más o menos tenía una cantidad considerable de material escrito y comencé a desarrollar lo que he llamado 'La óreo soberbia', un movimiento constante de vida que oscila entre las galletas insípidas y la crema exquisita del medio. Así, una óreo soberbia consiste en sentirse soso, poco talentoso y desconsolado con el vacío existencial de ser un individuo ordinario, para luego tener breves momentos de un delirio de grandeza digno de Napoleón seguidos de, de nuevo, ratos de miseria total. En los momentos 'crema'yo solía imaginarme firmando libros para otros niños condescendientemente en la feria del libro de mi ciudad. Esa era mi idea de éxito literario y mayor aspiración como escritora: vivir esa mezcla entre ternura y desprecio que da la suficiencia. Por esa época me había dado por escribir dizque mitos, probablemente porque en el colegio andábamos con el tema, así que me la pasaba inventando cosas como el origen de el arcoíris -si mal no recuerdo, proveniente de las flores estampadas en un mantel que al ser sacudido se iban a adornar el cielo con sus colores-. Creía que mi libro de mitos sería famoso, y no veía razón alguna por la cual estudiar los mitos de las culturas antiguas sería un trabajo más respetable o necesario que el de leer mis historias. Sería una niña escribiendo libros para niños, una cuasi adulta que desde su madurez veía el desarrollo incipiente de mis congéneres. Por supuesto, los momentos 'crema' terminaban en un parpadeo, cuando me percataba que seguía alli, enrollada debajo de mi escritorio, escribiendo lejos de los aplausos.
Me parece que aun mi vida transcurre por ratos en óreos soberbias, con la diferencia de que ahora en mis momentos 'crema' el delirio va de que soy una niña jugando en la arenera o jugando entre las flores. La galleta comienza cuando veo que estoy en el el ordenador escribiendo, que estoy ya grande y que el tiempo pasa con sus segundos sin retorno. Cuando chica quería ser adulta escritora, ahora quiero de nuevo ser chica, no parece que haya conexión entre la galleta y la crema, no hay manera de ganarle a la óreo soberbia. La buena cosa es que ya he dejado de comerme las óreo separando la crema de las galletas,poniendo atención exclusiva a las unas o a la otra. Un vaso de leche me ha remediado la cosa. Soy la crema y las galletas sumergidas en el líquido blanco que es el tiempo, que todo lo banaliza. Soy la niña y soy la escritora loca y soy en cuclillas sintiendo la arena en mis pies a la vez que soy golpeando estas teclas con mis dedos, soy la vida surreal y también la concreta y sobre todo, al mismo tiempo, no soy ninguna de las anteriores.

domingo, 25 de marzo de 2012

Olvidar y recordar

La bailarina realizaba una improvisación que en su momento fue nueva, pero que de tanto repetirla se había quedado con movimientos encallados, fijos, que ya no eran más naturales. Si bien cada reproducción podía decirse disímil de las anteriores, también cazaba en algunos puntos como dos croquis de papel calcante que se superponen formando la misma figura que sin embargo es diferente. La bailarina no deseaba replicarse, en absoluto; ella quería que su cuerpo libremente expresara movimientos puros, pero el hábito por si mismo había oxidado el mecanismo motriz condenando su organismo al automatismo. Hacer que el cuerpo siga patrones prediseñados comporta gran esfuerzo, pero éste no es comparable con el que sería necesario para olvidar lo que se ha quedado fijo. Recuperar la libertad que la recordación nos quita sin por ello perder la memoria que nos erige, es quizá la tarea más ardua a realizar como seres humanos. Peinarse sin seguir los manierismos familiares y conocidos, sonreír o golpear algo de una manera inusitada y nueva son labores fatigosas que requieren de nuestra voluntad completa para ser desarrolladas con éxito. Eso en la pequeña pero no despreciable escala de los hábitos musculares, ya no hablemos de los movimientos de la conciencia que nos requieren la continua encarnación-despersonalización para dilatar nuestra reducida existencia. Aunque en nuestras vidas nos esforcemos tanto por retener y tengamos nuestras fugas de memoria como una maldición, está claro que la recordación a veces también puede ser castigo divino. Memoria y olvido se urden en un entramado indiscernible que es la médula de nuestra condición humana, efímera pero eterna. Como decía la bailarina, a veces olvidar es más difícil que recordar.
(Texto inspirado en la obra “Retrospectiva” de Xavier Le Roy)

Butoh

A veces la vida parece un Butoh espontáneo, una danza de la muerte que franquea el cuerpo del pasante sin ninguna coreografía. Nos rodeamos de figuras fantasmagóricas y caminamos por un Hades quimérico y espectral, con las moscas pululando en círculos en torno a los restos de nosotros mismos que se pudren. Vamos por la vida despojados de vida. Avanzamos muertos, o muriendo, dejándonos danzar por este Butoh que es la vida, viviendo la vida que hay entre la muerte, a veces.

Hay que ser tontica

Hablando con mi amiga Rita en estos días comentábamos de la dificultad -que parece real aunque ni ella ni yo queramos convencernos plenamente al respecto- de los hombres con las mujeres inteligentes y cultas. Esta dificultad consiste en ponerse al nivel, valorando las habilidades de su compañera sin ponerse por debajo infravalorándose, o competir con uno a ver quién hace el comentario más astuto. La inseguridad de un hombre frente a una mujer inteligente es uno de los misterios más grandes para mí, con todo y que conozco nuestra historia biológica ancestral y comprendo la necesidad masculina de cuidar lo desvalido, de ser macho alfa. Hay una creencia incrustada allá en el fondo del mar de Lima, según la cual ellas necesariamente han de depender, y que para depender han de ser menos, y que esa es la única fórmula del "Happily ever after".
Esta es una cosa que he visto desde siempre pero me he negado a ocultar mi inteligencia o mis habilidades para la comodidad del otro, en gran parte porque creo que esta es una actitud de profundo respeto frente al hombre. Cuando muestro mi inteligencia con un hombre que me gusta es porque lo considero a él capaz de entablar una conversación de nivel, de enriquecerme de su punto de vista, y también, por supuesto, porque lo considero emocionalmente maduro y suficientemente despojado de machismo como para aceptar cuando yo le aventajo. Esto ha probado ser un desastre muchas veces, sobre todo con hombres que en efecto son igualmente inteligentes. ¡Completamente frustrante! Por supuesto que me interesa el dominio intelectual de mi compañero, pero no lo estoy probando constantemente y por lo general, si me he enamorado, se lo otorgo por defecto. Esto tendría que ser básico de comprensión para los chicos que salen despavoridos después de escuchar las palabras ‘Filósofa’, ‘Escritora’, ‘Abogada’, ‘Psicóloga’ o ‘Médico’ (etc.).
Mi amiga Rita, igualmente rebelde por años, me ha confesado que se ha rendido en su tarea por conseguir un hombre que pueda tomarla a toda ella. Me ha dicho "Vicks, hay que ser tontica". Ha comenzado (con resultados altamente satisfactorios) a fingir necesitar ayuda cuando no la necesita, pedir consejo cuando es irrelevante, esconder sus soluciones a los asuntos de vida e incluso tomar las vías menos prácticas o procedentes sugeridas por un macho menos despierto que ella. Todo para no apabullarlo, para que no se sienta asustado o herido en su orgullo masculino o yo qué sé para qué demonios. Cuando yo he intentado hacer lo mismo, no he podido, porque tener que hacer esa pantomima me parece una acto de desprecio que se interpone entre mi amor y yo; remonta a tratar al hombre que quiero como un enano que necesita que yo baje para no sentirse acomplejado, ver al que deseo que sea mi compañero de vida como un tarado. También por otro lado, el sólo pensar que hay que mantener la facha 100% del tiempo me agota, pues no es posible que pases del ‘¿Dostoyvsky? ¿Quién es ese, mi amor?’ a de repente ir hablando apasionadamente con tus amigas sobre el destino de Raskolnikov. Así no más, sin explicaciones, la única manera de hacerlo es jamás presentar a tus amigos con el caballero que has imbecilizado.
Me he resistido a parecer tontica hasta el día de hoy, pero me siento tan defraudada por la biología, que me lo estoy pensando. Inventar necesidades que no tengo, debilidades, resquebrajos, desequilibrios e incertidumbres. Y lo que más me jode de plantearme esto es que habré de actuar todas estas cosas a pesar de las necesidades que sí tengo, las debilidades que sí tengo, los desequilibrios y las incertidumbres que están en mí por todas partes y que ansío tanto, tanto poder compartir con una mano grande y fuerte que me apoye mientras yo las sostengo, y también, qué carajos, que me ayude a sostenerlas a veces, que para eso es grande y fuerte. Me entristece tenerme que mostrar de una manera que no es la que soy por amor, porque creo que es por amor que tendría que hacer justo lo contrario. Quizá estoy muy confundida y quizá no sé qué es el amor aun y se trata, en efecto, de vivir en la impostura para no estorbar los traumas ajenos. Pero si esto es así, ya tengo un motivo para entristecerme más, pues significa que tengo que ocultarme para que un hombre pueda creerme y confiar en mí cuando le digo que le amo, que es lo mismo que entregarle mi corazón pávido y enervado creyendo que será cuidado por ese hombre al que considero grande y digno de la tarea. Si ese acto no es ya la vulnerabilidad, si estar de pecho abierto, mirando a los ojos y sosteniendo en la mano un latido perplejo que ya no es mío no es ya la deseable bobería, que alguien me explique cómo puedo hacerme la tontica.