martes, 18 de septiembre de 2012

Silencios Ausentes

Todas se estaban riendo a carcajadas, una incluso lloraba. Manoteaban, apenas respiraban espasmódicamente. Yo en cambio, apenas sonreía y miraba el espectáculo sin realmente verlo, apuntando vacíamente los ojos en su dirección. De pronto ella, la que había estado hablando, se dirigió hacia mí y me preguntó por qué no me estaba riendo, ¿no le había puesto atención? ¡Claro que sí, paranoica! Contesté jocosa, reparando en que no tenía ni idea qué había suscitado las carcajadas. Yo no había escuchado nada, ni siquiera las risas mismas. Nada. El ruido de mis recuerdos dentro acalló el estruendo del gallinero que se había armado fuera sin que yo me enterase. Mientras mis amigas reían frente a mí, yo estaba en otro sitio, repasando una y otra vez el momento en que me dijiste que mi alma era pura, que la veías con nitidez y la amabas. ¡Quise tanto no estar donde estaba!, teletransportarme junto a ti. Si tan sólo supiera dónde estás… me lo pregunté y fue la incógnita lo que me devolvió a las bromas jamás registradas. Sólo oídos de murciélago me habrían hecho escuchar lo que pasa alrededor mío cuando estoy tan lejos de aquí.

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