lunes, 19 de noviembre de 2012

domingo, 18 de noviembre de 2012

Choque

En la tina llena de agua, impidió con éxito que él interceptara la programada caída del radio eléctrico, tomándole de la mano.

Carnicero

Carnicero diestro, fue conocido entre sus ex-mujeres porque sabía cortar muy bien.

Estricta

"Soy muy organizada, verás. Me gusta cada cosa en su justo lugar", le dijo, y puso su corazón junto al de ella mientras dormía sintiendo el enfriamiento lento del cuerpo inerte a su lado izquierdo.

Ala

Creía ser el único capaz de volar con un ala rota, se vanagloriaba en su destino trágico y heroico, hasta que se encontró con otros cocodrilos.

sábado, 17 de noviembre de 2012

O.K.

Es complaciente ver como casi nada es como uno se imaginaba pero igualmente está bien, es O.K.. Uno no muere porque no se cumplan sus refinadas expectativas, uno se adapta; la felicidad responde a las circunstancias. Uno salva el día y puede colgar el letrerito de O.K.. Nadie se ha muerto: O.K.

Vacío

Ahora que estamos solos puedes venir a mí, vacío, y darme ese placer entre masoquista y zen de mirarte y sentirte entre mi carne y mi piel. Ven a mí, vacío, y lléname de ti, vacíame de lo que creí, hazme parte de ti. Poséeme hasta que ya no me oiga, hasta que no pese, vacío. Y no me dejes volver a ser eso, no me dejes convencerme de nuevo que he sido, que he sido algo, que he sido más que vacío.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Corren

Los tiempos que corren, ¿en qué dirección, hacia dónde se dirigen? y ¿por qué demonios corren? ¿de qué huyen o qué persiguen?

Reciclaje

Hay una cierta edad a partir de la cual sólo se pueden vivir amores reciclados, a veces muy usados, a veces menos, pero sólo aparentemente nuevos. Corazones y cuerpos como vestidos de segunda mano, lavados pero gastados, viejos. Somos colecciones de lo que fue, arrastramos hileras de previos dulzores o heridas aun abiertas; formas de hacer, de hablar, de ser. La ecología de la vida le va quitando al amor la frescura ingenua de las primeras veces concretas, pero otorga la ilusión del estreno. A veces incluso esta ilusión es reutilizada, pero para efectos prácticos una ilusión es una ilusión tanto como un vestido es un vestido, sin importar el uso. Son las cosas del reciclaje.

Nada que dar

Estoy llena, llenita de cosas para dar. Nadie las quiere. ¿Nadie las quiere? Lo que no doy se descompone lentamente, supura en mis manos. Pronto estará rancio y hederá. Todo esto que tengo para dar, todas estas cosas brillantes y bonitas ¿alguien las quiere? ¿Alguien?

jueves, 15 de noviembre de 2012

Ruido de sexo

A puerta cerrada para que no nos oigan, para que no nos vean. Ahogando los gritos, los gemidos inconfundibles, la respiración agitada y encadenada del deseo. Escondiéndonos, despojos de la vergüenza y el miedo, para que no nos oigan, para que no nos vean los pelos desarreglados, las faldas subidas, los ojos ligeramente inflados de placer. Que no se oiga. Nuestro silencio es la consideración que tenemos con la herida de nuestros vecinos de llama tardía y lecho vacío.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Más en menos

El tiempo entre nosotros va convirtiendo los más en menos. Cada vez nos vemos menos y compartimos un cachito de vida menos y son menos las cosas de las que está permitido hablar. Aunque todo el amor esté y aunque toda la historia nos haya hecho para siempre puntos del encuentro, cada vez las intersecciones son menos. He entendido que el amor se mantiene, que se mantendrá, pues esta es la única cosa en la que no hay menos ni más. Lo que compartimos, ahí está, pero en adelante iremos de más en menos, cada vez menos y menos, sin más.

Halloween

A mi siempre me gustó lo de los disfraces, cantaba desgañitada bajo los ventanales de mis vecinos para que me dieran dulces y en ocasiones lograba llenar fundas de almohada con caramelos de todo tipo. Como la niña enfermiza que era, mi madre siempre me ponía dos o tres camisetas y un jersey debajo del disfraz. Encima no porque "entonces nadie va a saber que estoy disfrazada de elefanta, mamá". Así que yo salía a las calles como un repollo relleno, lista para encontrarme con otros cientos de niños, contenta como nadie en la mejor noche del año.
Recuerdo un 31 de Octubre lluvioso en que con mi disfraz de bailarina o muñeca esperaba junto a la puerta que mi mamá dijera que sí saldríamos. Mi tos y la lluvia: mala combinación. Me parecía tan decepcionante no salir, tan imposible no celebrar con mi traje tan bonito y mi aspecto rechoncho, que mis papás se inventaron un juego dentro de la casa en donde mi hermana, mi primo y yo cantábamos el "triqui triqui" frente a las puertas cerradas de las habitaciones Ellos entonces las abrían como si fuesen completos extraños y nos daban dulces. Jugamos un buen rato pensando que ya no íbamos a pisar la calle cuando, ya bien tarde, escampó. El sirilí que le dí a mis padres hizo que al fin saliéramos, a pesar de la hora, el frío y los peligros callejeros.
A diferencia de ese año recuperado entre las memorias antiguas, este año fue el primero de 30 en que no me disfracé. Ni un maquillaje, ni unas orejitas tontas. Nada. 0 disfraz. Pensando en lo absurdo que me parecía en mi niñez no salir a pedir dulces, y lo que he gozado toda mi vida planeando, haciendo y pensando disfraces, desconozco mi noche de ayer: sola, mal vestida, aburrida. ¡Disfrazada de adulta! Con seguridad el peor disfraz que he usado en mi vida.