jueves, 14 de junio de 2012

El drama cutre

Tengo que confesar mi pasión por el drama cutre. Desde pequeña soy fan acérrima: Poner música triste para terminar de hundirme, atender sólo a dos palabras hirientes entre miles, definirme con los vocablos más cafres, condenarme y golpearme al mejor estilo de "al caído, caerle", quejarme en una letanía eterna por todo lo que no tengo y todo lo que no soy y por todo lo injusto y por todo. Que me gusta hurgarme con sal la herida, vamos, darle vueltas al dedo dentro y convertir un rasguño en un hoyo hediondo y purulento. Vaya costumbre asquerosa.
Mi adicción por el drama ha tenido un dejo estético en buena parte, pero también por muchos años la he llamado 'verdad'. Realmente la he llamado así porque he estado ciega y he querido mentirme, engañarme disfrazando de autenticidad y nobleza a mi incapacidad para admitir cuan equivocada estaba.
Hace un tiempo hice el firme compromiso de parar con el drama, de no amamantar más a mi ego, de crecer de una vez por todas. No quiero explicar lo difícil que ha sido, las batallas que he librado para hacerme la contra. Poner música alegre cuando me siento vencida me ha parecido una traición frívola. Algo tan básico, me ha dado para combates tipo Troya; me ha corrido el miedo de volverme tonta u ordinaria o indolente por el simple hecho de no joderme. Entonces me di cuenta no sólo de que soy aficionada al drama cutre, sino que además le doy demasiada importancia a todo: que si la música así o asá, que si la palabreja, que si yo misma con mis tragedias y mis calamidades de quinta. A la luz de tanto intríngulis egóico, mi guerrera parece insulsa que da hasta pena.
En estos días de cierres súbitos en que me canso de pelear contra mí misma, de vencer la adicción dramática, de mantenerme fiel a mi propósito de cultivar el contento y de agradecer, me pregunto a mí por qué se me dio por esto de escarbarme, de la conciencia y de la búsqueda de la verdad. ¿Qué es lo que ha hecho que me mantenga firme en el empeño aunque falle tanto todo el tiempo?.
Ayer hablábamos con mi amiga Carla de ese punto en cualquier proceso en que no hay marcha atrás, en que algo ha ocurrido o una decisión se ha tomado y a partir de allí no hay fracaso posible porque tampoco hay éxito, sólo una determinación de, simplemente, dejarse en paz y vivir. Carla decía que la decisión de ser feliz es equivalente a la de sostenerse solo y a la de amar, con todas sus letras. Según ella, sostenerse a uno mismo, estar en presencia, comporta felicidad y es la condición para amar realmente. He pensado mucho en esto, porque me parece muy duro decir que quien no se sostiene no ama. Sobre todo porque no quiero aceptar que mi amor mediocre lo es, es mediocre, vulgar y anodino, que quita más de lo que da. Pero creo que justamente fue esto lo que me dio a oler aunque sea un poquito la libertad: Querer poder ofrecerme y ofrecer un amor de calidad, si tal cosa es posible. Eso y que realmente no me gusta nada, nada estar equivocada. Y eso, y que además creo que esta es la mejor contribución que puedo hacerle al mundo, si alguna. Así que aquí lo pongo, escribo esto en vez de darme al drama cutre.

2 comentarios:

  1. Toda una labor...
    Pero me gustó el lugar del que parte esa franqueza (mi opinión, si te sirve, es que aun resulta, se siente, se percibe, excesivamente dura consigo misma para darse al drama tanto como para querer retirarse de él..habrá, digo yo, un punto medio en el que vayamos abandonando tanto dramaticidio con amor y comprensión, mas que mano dura, so riesgo de meternos en otro tipo de drama y así sucesivamente...dejar trabajar a la vida y entender que a algunos nos cuesta dejar el drama, cutre o no, mas que a otros -por muchas razones-, y que nos va a llevar un poco más de tiempo)
    Sea como sea , te deseo mucha, mucha suerte:)

    ResponderEliminar