sábado, 26 de mayo de 2012

Esperanza

Al nacer le pusieron Esperanza. Esperanza era el nombre de su madre que tuvo que ser la Esperanza para muchos y necesitaba ella misma una Esperanza. La pequeña cumplió bien su papel y pronto se convirtió en la luz de la Esperanza, miraba al mundo con ojos verdes tal como de ella se esperaba. Ya mayor conoció a un hombre que la amó ipso facto; no más verla, creyó recuperada la Esperanza. Tuvieron hijos y después de muchos años juntos, la vida comenzó a hacerse pesada y a llenarse de cotidianidades vanas. Comenzaron paulatinamente a hacer el amor con menos regularidad, a evitar las miradas plenas, a ver la tele en vez de conversar durante la cena. Un buen día, al hombre se le vió llorar profundamente desconsolado. Al preguntársele el motivo de su llanto, respondió lo que era obvio: que había, para siempre, perdido la Esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario