viernes, 25 de mayo de 2012

Uñas verdes

A las uñas de mis pies les gusta estar pintadas. Son muy coquetas y no aprecian el desaliño, les encanta pertenecer a un pié femenino. Escogen su color de barniz con meticulosidad de artista y luego se preocupan por no desentonar, por matizarse y ajustarse con todo lo demás. Primero les importaba sólo combinar con las uñas de las manos, así que ordenaban una coordinación tan tiránica como armónica. Satisfechas en su engreimiento, comenzaron luego a ocuparse de hacer juego con zapatos y calcetines, labor que probó ser engorrosa y apurada, tanto, que pronto en rebelión me exigieron no ser aprisionadas jamás en arminículo para andar alguno. Yo accedí de buena gana creyendo que ahí terminaba la colorida y jactanciosa pasión ungueal, y sintiéndome libre de su juego un día las pinté de verde. Tendría que haber yo sabido que tanta extravagancia reavivaría la vanidosa pulsión de mis uñas, que desde entonces han llevado a mis pies descalzos sin descanso por valles, praderas, bosques, montañas, lagos fangosos, mares caribeños y campos de golf.

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