jueves, 24 de noviembre de 2011
Luz y Polvo
A sus 10 años tenía una sensibilidad delicada y silenciosa. Había encontrado ciertas rarezas maravillosas en diferentes rincones de su casa; entre ellas, un lugar cerca a la ventana del comedor por donde entraba como cascada el resplandor potente de la tarde. Frente al haz de luz podía sentarse por horas a ver las partículas de polvo flotar lentamente como si fuesen el tiempo mismo detenido; los segundos, los minutos navegando lentamente en el espacio. Con su corta edad parecía entonces milenario, contando el tiempo ingrávido e iluminado por el halo solar blanquecino.
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