domingo, 5 de febrero de 2012

Cultivar en vano

En el paisaje verde de su corazón a menudo había varios árboles. Hubo un tiempo en que lo intentó, pero ahora se sabía incapaz de entregarse a todos: para que uno creciera, los otros tenían que ser desatendidos. En ocasiones no podía distinguir el árbol del bosque, pero cierto era que por lo general tenía claro bajo qué sombra quería descansar, con cuál de ellos quería mezclar raíces, cuál quería ver junto a ella crecer. Un día, oteando el horizonte sobre sus dos pies, se dejó llevar hacia uno y acarició el suelo donde estaban sus raíces, palpándolas deleitada. Fue jardinera fiel y cuido con ilusión su árbol, feliz, labrando la tierra a su alrededor. Cuál no sería su sorpresa al reconocer que justo había escogido ese árbol, aquel cuyas ramas no tocarían la punta de sus dedos.

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