Yo que creía que nada podía llenar este vacío, mi falta fundamental. Estaba segura hasta que te vi, inmóvil tras el vidrio. Te tuve en mis manos y se produjo ese encuentro feliz entre tus agridulces de texturas redondeadas y mi boca, haciéndome recordar todo aquello que había olvidado hacía un momento: que en la vida no es todo mierda y que merezco, al menos, un trozo de pie de cereza.
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