domingo, 16 de octubre de 2011

Sobre la Espera

Uso palabras como "Espero", "Esperar", "Dilatar", "Postergar", “Demorar”, “Retardar”, “Aplazar” y "Aun". Me paso la vida esperando cosas. Estómago vacío. Alerta. Tristeza. Rabia. Rechinar de dientes. Hombros subidos. Cabeza hacia delante. Ojos bien abiertos. Irritabilidad. Minúscula respiración.
Esperar a que termine ésta charla que apenas comienza. Esperar los resultados de un examen médico. Esperar el tren. Esperar a que suene el reloj despertador. Esperar a que se venza mi tarjeta de residencia para poder renovarla. Esperar por un visado. Esperar una llamada o una carta o un mensaje. Esperar a que amanezca. Esperar a que anochezca. Esperar que el tiempo pase para sanar una herida y poder perdonar. Esperar que a alguien se le pase el enojo. Esperar que me saquen a bailar. Esperar que el agua de la ducha se caliente. Esperar que llegue el invierno. Esperar que la mantequilla se derrita para freír. Esperar que el sueño me visite. Esperar un amigo en un café o en la calle. Esperar que pase la lluvia. Esperar a que comience un concierto. Esperar que el perro haga sus necesidades. Esperar a ser viejo para entender de qué va la vida. Esperar a que te atiendan en el hospital. Esperar. Esperar. Me paso la vida esperando cosas.
Estoy cansada de la espera que me agota, me vampiriza las horas y se apodera de todo lo valioso que produzco en mi mente ahora atestada de telarañas o ratoneras. ¿Qué pasaría si no esperara? ¿Es posible no esperar? Freud o Lacan, ahora no lo puedo recordar pero alguno de los dos, decía que es la espera la que genera que vayamos definiendo nuestra identidad como individuos separados de la madre, como seres en nuestro propio derecho y dominio. Dado que una vez abandonado el plácido paraíso uterino nuestras necesidades no son atendidas de manera inmediata, concluimos que no hay manera de que el pecho, ese amigo y enemigo, sea parte de nuestra misma unidad. Nos separamos y nos individuamos a través de la espera, y también atravesándola, dirían otros psicoanalistas, dualizamos el afuera con objetos buenos que nos aman y nutren, o malos que nos condenan al llanto y la insatisfacción.
Los orígenes de nuestra psique están ligados a la postergación. Somos porque esperamos. Nuestra vivencia con la espera parece mantenerse a lo largo de la vida como un vals entre el placer y el displacer. ¿Entonces? Hace un tiempo tomé la ruta del que desafía los conceptos y pronto comencé a utilizar palabras como "Paciencia, "Soltar", “Calma”, “Aguante”, “Estoicismo”, "Permitir" y "Aceptar". Creí que me llevarían por un rumbo más cercano al deleite, lejos de los objetos malos del mundo extrauterino. Sin embargo, pronto sospeché que estas palabras sostienen escondida la espera en algún lado, como si la hubieran fagocitado y te la presentaran con otra apariencia. Sólo suponen una actitud más relajada frente a ella, pero no la eliminan; la espera está ahí agazapada, disfrazada, maquillada, enmascarada cínicamente.
Busco entonces palabras, escarbo entre en lenguaje materno, que por materno entonces también es pecho malo y pecho bueno, hasta que, creo, he encontrado: "Presencia", "Estar", "Presente", "Segundo", “Habitarse”, "Instante" y "Verdad". Si se puede nombrar, la experiencia de la no-espera es posible y probablemente -aquí está la paradoja- está esperando ser encontrada.

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