domingo, 25 de diciembre de 2011

Aroma

Tengo el olor de tu piel impreso en mis dedos desde que te di esa última caricia hace ya días. ¿Cómo es posible que se mantenga aún? Quizá entre los pliegues de mis yemas se ha quedado el almizcle y cuando lo percibo, mi mente se traslada a ese momento en que con ojos cerrados dejaste tu mejilla acunarse sobre mi palma. Era como si perteneciera allí, como si mis manos fueran su hogar, como si allí en ese instante estuvieras en casa.
Bajo la luz de este recuerdo toma sentido que tras los días retenga el aroma a ti. Ahora lo entiendo: todo hogar huele a su dueño.

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